Pequeño observatorio

Los tiempos de los amigos minerales

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Me habría gustado ir a las Cotxeres de Sants, donde había una exposición de minerales. Lo he sabido demasiado tarde.

No sé quién me introdujo, de adolescente, casi un niño, en la curiosidad por los minerales, pequeñas piezas que colocaba en una gran caja que tenía pequeños departamentos, cada uno de los cuales estaba ocupado por un mineral diferente. Tengo la impresión de que la colección no prosperó mucho. Pero me gustaba observar, de vez en cuando, aquellas piedras irregulares, sus formas, sus colores, y también las que eran un pequeño bloque de piedra en el que se habían incrustado algunos puntos de otro color. Quizá la observación de esos pequeños fragmentos de minerales, muestras irregulares sin que hubiese dos iguales, coincide con mi posterior afición a observar lo que no es precisamente lujoso ni perfectamente redondeado.

También era una caja de interrogantes. ¿De dónde venían aquellos fragmentos de malaquita, por ejemplo, de un color verde que todavía hoy me parece ver? ¿Por qué algunas piedras parecían cristalizadas y otras tenían un color más oscuro, o de tierra, de la tierra anónima de la que habían sido arrancadas? Algunas de esas piedras, en cambio, estaban talladas, como trabajadas en una joyería. Me gustaba mirarlas y me planteaban interrogantes. ¿Por qué eran tan diferentes? ¿Dónde habían nacido -si se puede decir así- cada una de esas piedras? ¿Irregulares, como arrancadas de debajo de la tierra o de un paisaje exótico?

He sabido, por ejemplo, que se ha celebrado una Mineralexpo en las Cotxeres de Sants, organizada por el Grup Mineralògic Català. Con estands y todo. Con piezas de colección de minerales. Solo me atrevo a decir que la contemplación de aquellas piedras, sin ningún valor, quizá alimentó mi curiosidad en unos años todavía tiernos.