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Los secretos de Ava Gardner

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ISABEL COIXET

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En 1988, cuando tenía 66 años, y tras haber sufrido dos ataques que la habían dejado parcialmente paralizada, Ava Gardner decidió que ya era hora de publicar sus memorias. En sus propias palabras: "O consigo dinero con eso o vendiendo mis joyas, y a ellas les tengo mucho cariño". Gardner conoció a un periodista, Peter Evans, que se ofreció a ayudarla. Establecieron un sistema de entrevistas semanales, donde Evans tomaba notas de todo lo que ella decía. Pero Ava se saltó a la torera el sistema y llamaba a horas intempestivas al periodista, que se acostumbró a ser despertado a las dos o tres de la madrugada por una insomne Ava. En esas madrugadas, animada por el alcohol, Ava era más sincera y abierta con el escritor, que se encontró con una mujer rota, inteligente, infantil, contradictoria, orgullosa, triste, divertida y terriblemente sola.

Una mujer que había tenido decenas de amantes, aunque había llegado virgen a su primer matrimonio con Mickey Rooney. Que había salido de la nada y que durante años fue considerada el animal más hermoso del mundo. Una mujer que contemplaba con estupor cómo la vida le había pasado de lado sin que apenas se hubiera dado cuenta. Ava Gardner se desnudó emocionalmente ante Peter Evans y este intentó capear sus malos humores, sus miedos y sus recelos y extraer alguna clave que permitiera entender mejor a la estrella.

Desfilan ante nosotros sus tres matrimonios: con Mickey Rooney (un año y un mes), con Artie Shaw (un año) y con Frank Sinatra (tres años). Todos ellos tempestuosos, plagados de discusiones, peleas, infidelidades y desencuentros. Sus amantes –alguno de ellos, como Howard Hughes, duró más que sus matrimonios–: George C. Scott, John Huston, Luis Miguel Dominguín… Ava les recuerda con nostalgia y cariño. Todos, salvo Mickey Rooney, que la conoció cuando apenas había hecho cine y se enamoró de la mujer, estaban fascinados por la estrella. Y cuando la estrella se mostraba como una mujer y exigía ser tratada como tal, la relación acababa. Generalmente, mal. El único de los hombres de su vida que siguió interesándose por ella fue Sinatra. Hablaban a menudo por teléfono.

Peter Evans transcribía esas conversaciones con sumo cuidado y, capítulo a capítulo, se las pasaba a Ava, a la que le costaba enfrentarse a sus propias palabras y exigía siempre una versión expurgada, sin detalles escabrosos y sin los tacos que soltaba constantemente. Hasta que un día se cansó de Peter, de leerse, de recordar y de remover el pasado y decidió interrumpir el libro. De nada sirvieron las protestas de Evans, que le dedicó mucho tiempo, ni las de su agente ni las de los posibles editores. 

Ava no quiso que el libro se publicara y se opuso hasta su muerte, en 1990. Ahora, tras el fallecimiento del propio Evans, se han publicado estas 'Conversaciones secretas con Ava Gardner', quizá el libro de memorias más honesto de cuantos se han publicado sobre una estrella de cine.