La clave

Pactar, pactar y pactar

JUANCHO
Dumall

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Los resultados de las elecciones del domingo, con el carpetazo súbito a las mayorías absolutas en comunidades autónomas y muchos ayuntamientos, obligan a las fuerzas políticas a un ejercicio de diálogo y negociación como nunca antes se había visto en la democracia española. En las próximas semanas podremos medir hasta dónde alcanza la llamada cultura del pacto, que tan exótica resulta en nuestro tradicional sistema de partidos.

Desde los tiempos de la Segunda República, en España se asocia el pluriparidismo a la inestabilidad política. Ese fue uno de los falaces argumentos de Franco para perpetrar su golpe de estado. En la transición se hizo una ley electoral para evitar la sopa de siglas, aunque se abrió la puerta a mecanismos injustos y poco democráticos, que castigaban a las minorías. Más recientemente, los gobiernos de coalición de tres fuerzas, los llamados tripartitos, han alcanzado una fama nefasta y no solo en Catalunya. Aquí, los partidos están condenados a entenderse; al pacto se le llama conchabeo, y a la cesión, bajada de pantalones.

Corrupción y transparencia

Sin embargo, en la historia reciente de este país han sido las mayorías absolutas las que se han manifestado más perversas para el correcto funcionamiento de las instituciones. Los gobiernos de coalición hacen más complicadas las prácticas corruptas y favorecen la transparencia. A no ser que esa coaliciones se hagan, como en la Italia del Pentapartito (1980-1992), con un reparto al estilo mafioso de las áreas de influencia (cada canal de la RAI, por ejemplo, era controlado por un partido distinto).

La falta de cultura del pacto es la que ha hecho imposible que en España haya una ley de educación acordada y respetada con las alternancias en el poder. También ha sido esa proverbial alergia al compromiso la que ha impedido que Catalunya tenga una ley electoral propia que conjugue la proporcionalidad de los escaños de acuerdo con la población con la representación territorial. Hoy tenemos una gran oportunidad de regenerar las instituciones y de hacer pedagogía de los beneficios del acuerdo frente a las posiciones inflexibles.