Geometría variable

Los porqués de la inflexión de Mas

JOAN TAPIA

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Tras las palabras de Artur Mas a los cargos de la Generalitat (reservadas) y a Mónica Terribas (públicas) hay columnistas que sostienen que Mas no ha variado su posición. No tengo ningún interés en proclamar la marcha atrás porque no es exactamente eso lo que ha sucedido pero sostener que no ha habido inflexión es tomarnos por estúpidos. Tras las elecciones de noviembre del 2012 (12 diputados menos), el president firmó un pacto con ERC que decía que la consulta se haría en el 2014 y que todo retraso debería ser pactado entre las dos fuerzas. Y es evidente que no ha habido acuerdo porque Oriol Junqueras sigue insistiendo en el 2014 (no creo que haga teatro) y Mas ha asegurado que la consulta debe ser legal y pactada -lo mismo que decían Josep Antoni Duran Lleida y Pere Navarro y eran crucificados por el agit-prop soberanista- y ha añadido que si no es así habrá que esperar a las elecciones del 2016 que, añade, serían «plebiscitarias» (aunque eso no está en su mano).

Es una inflexión acertada que como señala el fino columnista Marçal Sintes saca a Mas del «atolladero» (luego ahí estaba). No se trata tanto de volver a la puta i la Ramoneta que hace poco criticaba Jordi Pujol, sumo sacerdote de la praxis, sino de la necesidad de tocar de peus a terra.

Un referendo ilegal es casi imposible y un duro forcejeo solo transmitiría una imagen de inestabilidad aguda. Y el desorden institucional es lo último que le conviene a Catalunya (y a España) si quiere aprovechar los indicios de recuperación económica que -aunque exagerados- haberlos, haylos. Y la mejora económica es vital para la ciudadanía y conviene también -Rajoy y Mas lo debieron constatar en su reciente reunión- a los partidos que gobiernan, CiU y PP. Por eso enterrar el dogma del 2014 puede volver a acercar al presidente de la Generalitat al mundo económico, mayoritariamente muy alarmado ante cualquier desorden.

Además, el retraso debería tener alguna contrapartida que haría menos dramática (fácil no lo será) la situación financiera de la Generalitat. Toca la reforma periódica de la financiación autonómica pactada por José Luis Rodríguez Zapatero y José Montilla, que debería entrar en vigor el 1 de enero, pero hasta hoy ni Mas (pedía la luna) ni Rajoy (no quería tocar nada) han mostrado el más mínimo interés.

Olvidar el referendo ilegal en el 2014 también evita la ruptura de la coalición entre Convergència y Unió, que tan buenos dividendos electorales ha dado durante tantos años, y no fuerza el relevo precipitado de un socio conocido y conservador (Unió) por otro más imprevisible que ha tenido tres líderes muy distintos (CarodPuigcercos Junqueras) en algo más de tres años. Y al llevar las «plebiscitarias» al 2016 habrá una nueva oportunidad de negociar la consulta (Mas le dijo hace meses a un destacado sindicalista que la consulta era innegociable pero que la pregunta se podía pactar) ya que el gobierno de Madrid que salga de las elecciones del 2015, sea del PP o de izquierdas,dificilmente obtendrá una mayoría absoluta. El escenario donde Pujol, Roca y Duran se movían como pez en el agua.