Dos miradas

Los padres de él

JOSEP MARIA FONALLERAS

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He pensado lo mismo que Emma cuando he sabido los detalles de la cabina del avión de Germanwings. He pensado en los padres de Andreas Lubitz. Y en él, claro, en el origen de este acto que nos cuesta tanto creer, que nos cuesta tanto asimilar. En la tenebrosa determinación, en su respiración dicen que pausada mientras la nave se dirigía hacia el choque voluntario (¿deseado? ¿premeditado?) contra la pizarra de los Alpes. La incógnita sobre su conducta es un asunto de un elevado interés dramático. Mientras que ante la tragedia imponderable no podemos sino lamentarnos de la conjunción de hechos imprevisibles -un desbarajuste de los aparatos, una turbonada repentina, un golpe de mala suerte- cuando nos enfrentamos a una decisión humana las dudas se multiplican en función de la sordidez que yace tras la acción consciente del estrellarse. Los porqués forman parte de la mentalidad de un individuo del que ahora analizaremos la mínima sospecha, el rincón más íntimo, con el deseo de entender la causa primera de este descenso físico y moral hacia los infiernos.

¿Y los padres? ¿Han evocado los días en que jugaban con él, los días en que fueron de excursión a unos Alpes que ahora se han alzado como la cordillera de la pesadilla? ¿Cómo podrán convivir, desde ahora, con esta imagen del hijo que «se tiñe de oscuridad», como dice Emma? ¿Cómo se puede salir adelante si añades al desconsuelo de la pérdida todo un océano inclemente de preguntas sin respuesta?