artículos de ocasión

Los nuevos ricos

dominical 601  seccion trueba

dominical 601 seccion trueba / periodico

DAVID TRUEBA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La figura del nuevo rico es bien conocida en España, un país de raíz humilde que en una década se vio desbordado por el dinero que reportaba la privatización de sus empresas públicas y el exprimido de una burbuja inmobiliaria que, con la connivencia de bancos y tasadoras, hipotecó a la población trabajadora. Todo ese dinero, que nacía de una honda esencia nacional, es decir, de su fuerza laboral y su riqueza institucional, tuvo un destino muy mal repartido, lo que generó el surgimiento de esa degeneración del gusto que siempre acompaña a los nuevos ricos. La exhibición de poder, la chabacanería altanera, la grotesca decoración de unas vidas vacías fueron a nuestra vista la mejor estampa de esa deriva. Basta ver ciertos edificios, zonas residenciales y lugares de vacaciones para apreciar un infierno de cartón piedra, hortera y derruido. Pero la mayor tragedia del nuevo riquismo es su nula aportación al crecimiento social, su incapacidad para invertir el dinero en valores a largo plazo como la educación, la cultura o la igualdad.

Ahora los nuevos ricos están en otras latitudes. Para nuestra desgracia ni siquiera podemos presumir de esos nuevos gañanes financieros. Es muy probable que los encontremos de vacaciones al sol español, pero su residencia es lejana. Provienen de los países del norte, donde la corrupción y el control político ha creado verdaderos oligarcas y, sobre todo, de países regados con petróleo gas. En esos reinos, muchos de ellos árabes, donde el dinero es evidente y cuya explosión urbana y financiera es asombrosa, el comportamiento también responde a los perfiles del nuevo rico. No es raro encontrarlos al mando de equipos de fútbol, de inversiones deportivas, de líneas de lujo y de apuestas por el exceso. Sin embargo, no los encontraremos empeñados en ninguna actividad cultural. Niegan con sus acciones una tradición intelectual que se remonta a milenios atrás, cuando en algunas de sus civilizaciones nació la escritura, el arte, la matemática y la ciencia médica.

Esa ausencia de esfuerzo por dedicarle a la igualdad y las oportunidades educativas la misma pasión que le ponen a quedarse con los Juegos Olímpicos o los Mundiales de fútbol delata el nuevo riquismo, ahora en chilaba. Pero aún más la incapacidad para desarrollar una industria cultural sólida, que se enfrente a la dictadura religiosa y el control dogmático que se atisba tras una infructuosa separación de lo social y lo íntimo. Sin esa apuesta decidida por la liberación femenina y el acceso a la cultura y el arte, el crecimiento económico solo servirá para reproducir, con la particularidad regional, la misma indecencia que padecieron los españoles y que ahora les produce estupor, cuando ven que al retirarse el manto del dinero debajo no había más que decorado zafio y corrupción en las altas esferas. Podríamos lanzar un grito de prevención ante la experiencia fallida de nuestros nuevos ricos, pero no seríamos escuchados, porque si algo tiene la experiencia humana es su capacidad para repetir los errores con enervante autosatisfacción. Qué lástima.