Editorial

Los niños pobres de la recesión

Unicef sitúa a España en tercer lugar del mundo desarrollado con mayores tasas de pobreza infantil

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En el último debate sobre los Presupuestos Generales del Estado, el líder del primer grupo de la oposición, el socialista Pedro Sánchez, arrancó las burlas de la bancada popular al abrir una de sus intervenciones citando los altos índices de pobreza infantil en España. La reacción demuestra cuán lejos está aún del debate político una de las grandes lacras que manchan la marca España, como ahora vuelve a recordarnos Unicef con cifras de escalofrío. España es el tercer país de los considerados ricos con más niños pobres y en riesgo de exclusión -solo superada por Grecia y Letonia-, lo que afecta a tres millones de menores con carencias materiales graves, 800.000 más que antes de que explotara la crisis en el 2008.

En su informe Los niños de la recesión, cifra Unicef en 76,5 millones los menores bajo el umbral de la pobreza en los países considerados ricos, 2,6 millones más que en el 2008. Señala que los ingresos de las familias españolas han dado un salto atrás de una década y que el brutal golpe de la crisis se ha cebado en las capas sociales más vulnerables y, en ellas, entre los más débiles, es decir, personas mayores y población infantil. Pero el informe aporta una novedad: que en esta recesión social sin precedentes muchos países (18 de los 41 analizados) han logrado frenar e incluso reducir la pobreza entre los menores, y que quienes en situaciones de crisis hicieron un mayor esfuerzo en medidas de apoyo a la infancia están saliendo más reforzados del cruel invierno de la austeridad.

No es nuestro caso. En España (y en Catalunya, con 400.000 menores en precario) el Gobierno ha incluido en sus presupuestos para el 2015 una partida de 32 millones de euros para luchar contra las necesidades infantiles, lo que supone unos irrisorios 11,8 euros por niño en riesgo. La estrategia de que cuando aumente el empleo las familias podrán cuidar mejor a sus hijos tampoco es de recibo. La drástica reforma laboral ha alumbrado la categoría de los trabajadores pobres, es decir, aquellos a los que un salario no garantiza vivir dignamente.

Avisa de nuevo Unicef en la línea que lo vienen haciendo entidades sociales más cercanas: es preciso un pacto de Estado que incluya no solo medidas paliativas, sino políticas de vivienda, fiscales, educativas, que tengan a los niños en el foco de atención. Menos burlas, nos jugamos el futuro.