La clave

Los mitos del 18 de julio

La fecha del alzamiento no se decidió tras el asesinato de Calvo Sotelo, sino en función de los contratos de suministro de armamento a los golpistas

JUANCHO DUMALL

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Un competente grupo de historiadores, entre ellos Ángel Viñas e Hilari Raguer, publicaron en el año 2013 un volumen coral que, bajo el título de 'Los mitos del 18 de julio' (Crítica), profundizaba en las causas de la guerra civil. El libro es una respuesta a las corrientes revisionistas sobre la segunda república y el golpe que intentó derribarla hace hoy 80 años, y sirve para desmontar algunos de los tópicos sobre el origen del conflicto fratricida de 1936-39, convertidos en doctrina por el franquismo y por la historiografía ultra.

Francisco Sánchez Pérez desmonta algunos de esos mitos en el capítulo que abre el libro. Así, subraya que el 18 de julio no fue obra solo de militares, sino también de civiles vinculados a la monarquía. No fue solo un golpe motivado por cuestiones internas, sino que contó con la connivencia de una potencia extranjera: la Italia fascista.

La fecha del alzamiento no se decidió tras el asesinato de Calvo Sotelo, sino en función de los contratos de suministro de armamento a los golpistas por parte de la Italia de Mussolini. Es decir, el relato de que el 18 de julio fue la reacción de un grupo de militares ante el clima de violencia reinante en la España del Frente Popular es algo que con las investigaciones modernas no se puede sostener.

ALZAMIENTO Y REVOLUCIÓN

Como tampoco es creíble hoy que el golpe fuera una reacción ante posibles insurrecciones revolucionarias contra el régimen republicano. De hecho, la revolución, con todos sus condenables actos de barbarie, solo estalla como consecuencia del alzamiento. Defender lo contrario, que el golpe de Mola Franco fuera una respuesta a la revolución, es un sinsentido, como avalan las más fiables investigaciones.

Pero, como dice Sánchez Pérez, el peor mito del 18 de julio es que el alzamiento se produce por el fracaso de la república como sistema de convivencia. Uno de los puntos oscuros de la Transición (entre muchos otros brillantes) fue la escasa defensa de la república como organización democrática del país. No había por qué avergonzarse de las zancadillas que pusieron sus enemigos con consecuencias tan sangrientas.