Al contrataque

Los manuscritos

Pedirle a alguien que se lea tu libro es casi como pedirle que haga el amor contigo

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MILENA BUSQUETS

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Hace unos días, un viejo y querido amigo de adolescencia me dio la fantástica noticia de que estaba a punto de publicar una recopilación de las crónicas políticas y sociales que escribió desde Estados Unidos durante los años que pasó allí como corresponsal.

Mi amigo es periodista –uno de los buenos– y va vestido de periodista a la antigua usanza, con americanas de pana en invierno y con el bolígrafo y la libretita asomándole siempre por uno de los bolsillos. Las americanas de pana son prendas humildes y encantadoras, formales y confortables a la vez (como deberían ser las personas) y, aunque tal vez sea una simplificación, nunca he conocido a un mal tipo que llevase americanas de pana. Le pedí a mi amigo que me mandase las galeradas del libro en cuanto estuviesen listas y me sentí feliz de que accediese a hacerlo.

A las personas que nos movemos en el ámbito editorial, y aunque no tengamos ningún poder de decisión sobre lo que se publica (el único que decide en una editorial es el editor), nos piden constantemente que nos leamos manuscritos y a menudo accedemos, tal vez por un exceso de celo y de buena voluntad. 

Pero en realidad leer un original es un acto enormemente íntimo. Pedirle a alguien que se lea tu libro es casi como pedirle que haga el amor contigo. Y sin embargo, ocurre todo el rato. Si lo que has puesto en un manuscrito son tus vísceras, lo más fino y sutil que pueden producir tu mente y tu alma, lo más fascinante, incómodo y verdadero. ¿Cómo puedes pedirle tan alegremente a un desconocido que lo lea y que opine sobre ello? 

Libros y besos

Decirle a alguien: «léeme» es muy parecido a decirle «quiéreme» y no se puede hacer a la ligera. Ninguna de las cosas importantes de la vida deberían hacerse a la ligera. Solo hacemos a la ligera, sin considerar las consecuencias, lo que en realidad nos importa un pimiento. Nunca le he pedido a nadie que me leyese, como tampoco le he pedido nunca a nadie que me besase.

Y me gusta elegir los libros que voy a leer. Creo que el primer paso –el primer gesto, ese diminuto e imperceptible movimiento hacia algo– es importante. Lo es en el amor, pero también en la escritura y en la lectura, incluso cuando todavía es solo una intuición, un acto de fe, una leve inclinación. 

Me encanta que editores y colegas me manden libros, pero prefiero elegirlos y comprarlos yo, dar sola ese primer paso. Tal vez la escena más importante de 'Peter Pan' sea el momento en que Wendy da un paso al vacío y toma la mano de Peter, confiando en que volará. Tal vez elegir un libro sea un poco eso, decidir darle la mano a alguien, confiar en que no te dejará caer y en que volarás.

Pídeme lo que quieras, menos que te lea.