Los líderes arriesgan

Joan Ferran

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Mariano Rajoy ha contestado la carta que le remitió el Gobierno catalán. Lo ha hecho con formas educadas y palabras tan frías cómo edulcoradas. No he encontrado en la respuesta del mandatario español ningún no lacónico. Tampoco ninguna rendija clara ni ningún deseo de seducción política más allá de un llamamiento a la responsabilidad de los gobernantes y a la necesidad de trabajar juntos para salir de la crisis, de todas las crisis.

El portavoz del Govern de la Generalitat, Francesc Homs, ha hecho un esfuerzo en rueda de prensa, ha afirmado que el Ejecutivo de Mas estudiará la oferta de diálogo del presidente español pero, también, que no piensan dilatar en exceso el calendario de la consulta. A la vez ha expresado la voluntad de Artur Mas de llevar el tema en el Parlamento catalán y pedir una nueva resolución de apoyo al llamado 'derecho a decidir'. Magnífico! Así el Gobierno de CiU podrá obviar una vez más el debate sobre los recortes y su política de privatizaciones. Pero, de esto ya hablaremos en otra ocasión. A partir de aquí las reacciones de los diferentes partidos políticos no se han hecho esperar y han sido las previsibles. El remolino monotemático ha vuelto a girar sobre sí mismo, y todo el mundo ha dicho y declarado aquello que se esperaba, aquello que le es propio. Todo el mundo? Quizás todo el mundo no. Muchos esperábamos de Rubalcaba una declaración de fe federalista más osada que la que ha hecho. Muchos esperábamos una apuesta más contundente y clara del dirigente de PSOE en la dirección de reformar la Constitución para avanzar, sin traumas, en la construcción de un Estado federal verdaderamente plurinacional.

Me perdonarán la osadía pero... tengo la impresión de que las personas que tienen en sus manos el futuro de este Estado están, de alguna manera, secuestradas y atemorizadas.

Mariano Rajoy teme, día sí día también, los feroces titulares que le dedican desde la caverna mediática. Teme al ala dura de su propio partido y también la agitación de la calle que programa la extrema derecha no parlamentaria. Declina moverse. Nunca sabemos si va o viene, si sube o baja. Sus silencios hacen tufo a podredumbre, son casi siempre preludio de nuevos problemas. 

Y Artur Mas? Vive sin vivir en él. Cautivo y prisionero de los votos de Esquerra respira fatigosamente presionado por la movilización popular que los suyos --y su tele-- contribuyeron a crear. Se mueve condicionado por los consejos epistolares de Duran  y por las desazones de la gente de Unió. Querría encontrar una rendija milagrosa para poder huir del escenario catalán. 

Alfredo? Asustado por la fuerza y la dicción de patrióticos barones y escribas varios intenta navegar sin desplegar totalmente la vela del federalismo. Obvia que con ella podría navegar con fuerza por la ruta de una reforma acordada de la Constitución.

Secuestrados, sí. Todos ellos secuestrados y prisioneros de sus miedos, de sus enemigos, de sus amigos y consejeros áulicos... Y es que, amigos míos, sólo los líderes de verdad arriesgan y, si pueden, se liberan.