Pequeño observatorio

Los libros que se esconden o que huyen

Tengo en casa un caos con los libros porque el orden por temas hace tiempo que naufragó

Una mujer busca libros en una librería de Barcelona en un día de Sant Jordi.

Una mujer busca libros en una librería de Barcelona en un día de Sant Jordi. / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Tras decirle «lo siento», me ha gustado saber cómo han robado en su casa. Miqui Otero lo explica con un punto de humor que es de agradecer. Había estado dudando de si en la heladería de su calle se tomaba un helado o una leche merengada. Pocos minutos después abrió la puerta de su casa y se encontró con que habían entrado los ladrones. Unos ladrones que buscaban joyas que no existían.

Otero habla de libros que son víctimas de los robos y me imagino el efecto que puede producir volver a casa y encontrarse con que todos los libros están esparcidos por el suelo. Al fondo de los estantes puede esconderse un fajo de billetes con la complicidad de un lomo de libro que dice 'Obras de Shakespeare' o incluso 'Historia de Santa Teresa'.

Todos sabemos que en bastantes casas no hay libros, o quizá algún que ha sido un viejo regalo de una caja de ahorros. Pero si el lector asaltado tiene una estimable biblioteca se puede encontrar, cuando vuelve a casa, con océanos de papeles impresos por el que le será difícil navegar. En el libro de 'Las mil y una noches' se puede leer esto: «Un armario de libros es el más bonito de los jardines. Y un paseo por sus estantes es el más dulce y el más sugestivo de los paseos».

Pero los ladrones no suelen dedicarse a pasear, más bien son partidarios de ir deprisa y no entretenerse con distracciones. Si se puede decir de alguien que va al grano es de un ladrón de pisos. Tiene un tiempo para explorar, más o menos largo, y un tiempo para actuar, en general limitado.

Yo tengo en casa un caos de libros. Un caos que ha ido aumentado con los años. El orden por temas ya ha naufragado. Sé que ese libro determinado no lo he regalado ni lo he vendido. Y aún me parece verlo en el tercer estante, hacia la derecha. ¿Estaba cansado de que no le hiciera caso a lo largo de los años? Quizá es que los libros son como nosotros: buscan la compañía de alguien que les haga caso.

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