Los idus de junio

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RISTO MEJIDE

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Junio es el viernes de los meses, julio es el sábado -algunos curran y otros no- y agosto el domingo -aquí no curra ni dios, que luego acaba siendo mentira, pero da igual-. El caso es que tal y como ocurre con todos los viernes, con el buen tiempo, el solecito, la playita y el caloret, empieza a notarse una cierta sensación de tiempo añadido, una cierta sensación de que los problemas parece que se han quitado la corbata y visten más casual. Nada más cerca de la realidad.

Para algunos, ha llegado el momento de procrastinar. Lo que no hayan hecho ya, lo van dejando para ese lunes llamado septiembre. Y poco a poco vas viendo cómo se aplazan reuniones, comidas, cenas y proyectos y se atiende sólo y únicamente a lo urgente, a lo que hay que sacarse de encima antes de que haga demasiado calor y se nos derrita la neurona que usan algunos para votar de nuevo al PP como fuerza parlamentaria mayoritaria pese a todo lo visto y caiga quien caiga. Madre de dios.

Para otros, este mes es sinónimo de tirar la toalla. Otro año que no llego a la operación bikini. Otro año en que mi primera sesión de playa pinta sobre blanco nuclear. Junio es el mes que mejor representa la palabra tarde. Los buenos propósitos, como los buenos tomates, o se han cultivado antes de junio o ya no serán. El lunes a primera hora sin falta me apunto al gimnasio, a aprender idiomas, a dejar de fumar. Já. Como cualquier agricultor sabe, lo que se planta demasiado tarde no llegará a brotar jamás.

Por último, para un tercer grupo, éste es el mes del estrés máximo. Para ellos parece que en verano se les acabe el mundo, así que hay que hacer todo aquello que no se hizo en el primer semestre, y hay que entregarlo todo ya. Lo que está claro es que para todos sin excepción, junio es el mes del petardo en el culo: empieza con la declaración de la renta y acaba con la verbena de San Juan.

Este junio, además, contiene dos emociones fuertes más. Como si no tuviésemos bastante con lo que ya hay. Una es la Eurocopa de Francia. Que aunque no te guste el fútbol, sabes que de pronto este país, partido a partido, se va a paralizar. Sí, todavía más. Ya pueden visitarnos el saliente Obama, la gomera Merkel o su mismísima Santidad, que cuando juega la roja, el país no se pone o no tiene cobertura o, simplemente, no está. ¿Todo? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles indepes resiste todavía y siempre al invasor españolista en cualquiera de sus manifestaciones.

La otra emoción, muchísimo menos importante, elecciones generales el día 26. Sí, ya sabes, eso que hacemos aquí cada seis meses para distraernos un poco redefiniendo la palabra legislatura: dícese del período comprendido entre dos frustraciones, la de no haber podido ganar las elecciones y la de no haber sido capaces de pactar para gobernar. Impotencia democrática. Gatillazo parlamentario. Pactos de esterilidad.

Los romanos, que de esto de la lex, legis algo sabían, colocaron los idus de junio el día 13. Es decir, este mismo lunes. Cuando se estrena la roja en Francia, sí. El día de los buenos augurios, decían. El día que había que invocar a los dioses. Consultarles. Llamarles cual operadora en medio de la siesta para preguntarles si estaban contentos con la humanidad que habían creado. Ojo que a veces hasta respondían, como a Julio César en los idus de marzo del 44 a.C., pero no era lo habitual.

Junio es el punto de no retorno. La frontera entre mucha primavera y algo de verano. Es cuando ya nos hemos fundido la primera mitad. Son los cuarenta años cumplidos en plenas facultades pero muy consciente de la esperanza de vida, que no deja de ser un eufemismo para designar una desesperanza de muerte. Una cuesta abajo hacia lo único que sabes seguro que ocurrirá.

Algunos lo llaman cierre fiscal.

Yo prefiero llamarlo el principio de todo lo demás.