Pequeño observatorio

Los fuertes sí están fortificados

Impresiona el contraste entre los niños refugiados y la mayoría de menores de nuestro mundo

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Supongo que somos conscientes del desastre que significa la explosión migratoria que se está produciendo en las tierras de Oriente. No insistiré en la descripción de unos hechos que la televisión nos muestra. Gente es una palabra demasiado blanda para representar lo que en realidad es un millón de seres humanos.

Veo en el televisor, igual que el lector, aquella masa compacta de hombres, mujeres y niños que avanzan penosamente por la carretera, pesadamente cargados... Me pregunto: ¿cargados con qué? ¿Qué cabe en esa maleta vieja, en aquel fardo apretado? Han tenido que hacer una selección de cuatro cosas, han tenido que decidir que había que abandonar un espacio y una vida para intentar conseguir la supervivencia. Y, sobre todo, me han impresionado los niños y los que estrenaban la adolescencia, quienes tenían 15 años. Pienso en la canción de Serrat«no en sabíem més, teníem quinze anys...». Los 15 años de la ternura. Ahora estos menores son inmigrantes a la fuerza, y muchos avanzan solos, kilómetros y kilómetros, días y noches, sin compañía familiar.

No sé si hay algún precedente en la historia de estos hechos, que sin los testigos televisivos nos costaría imaginar. Pero lo que más me impresiona, quizá, es el contraste con la mayoría de adolescentes de nuestro mundo, que crecen con referencias diarias y cercanas. Experiencias nacidas de la convivencia o la relación con los padres, los hermanos, los primos, los abuelos. ¿Cómo crecerán, si sobreviven? Entre nosotros hay, en la edad difícil, acompañamiento familiar, aunque no siempre sea totalmente positivo. La adolescencia es una etapa crítica para los instintos y los sentimientos.

Crecer sin recibir ninguna influencia es imposible. Como es imposible para nosotros hacernos cargo, realmente, de todo lo que está pasando. Solo hay que desear que tenga razón aquel optimista que dijo que las adversidades fortalecen. De todas formas, yo no osaría proclamarlo por un altavoz en un campo de refugiados.