Los exoplanetas y este planeta

El descubrimiento de Próxima B abre algunas puertas fascinantes y plantea muchos interrogantes

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RAMON FOLCH

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El astrofísico Stephen Hawking sostiene que la humanidad desaparecerá relativamente pronto de la Tierra debido a un cóctel de problemas derivados de la manipulación genética de los virus, del cambio climático y de los accidentes nucleares. Por eso propone que algunos humanos se trasladen a otro planeta similar a la Tierra y vuelvan a empezar. De ahí el interés en localizar exoplanetas, o sea planetas de otros sistemas estelares, que resulten habitables.

Parece que el número de exoplanetas es de algunos millones. Ya se han descubierto unos 5.000. Se ignoraban hasta hace poco porque no se ven con los telescopios instalados en la Tierra. El panorama ha cambiado desde que disponemos de telescopios espaciales, como el Kepler, y desde que sabemos inducir la presencia de planetas midiendo las ínfimas modificaciones que el planeta invisible provoca en el comportamiento de su estrella: cambios de luminosidad cuando pasa delante suyo (tránsito), desplazamiento de la órbita estelar por atracción mutua entre la estrella y el planeta (velocidad radial), etcétera.

A MILLONES DE AÑOS LUZ

Casi a diario se descubren nuevos exoplanetas. El interés astronómico del asunto es obvio, pero ya no lo es tanto el biológico (existencia potencial o real de vida en esos exoplanetas) o el interés en términos de la colonización que propone Hawking. La vida solo es compatible con una amplitud térmica muy constante y concreta, con la ausencia de ciertas radiaciones letales y con la presencia de agua. De los millones de exoplanetas posibles, solo algunos cientos son candidatos potenciales a albergarla. La mayoría están a una distancia enorme de la Tierra. ¿Cómo llegar a ellos para comprobar la existencia de esta vida o, más difícil aún, para trasladarnos nosotros...?

La nave espacial más rápida construida hasta ahora es la sonda New Horizons. Lanzada por la NASA en enero del 2006, llegó a Plutón nueve años después, en julio del 2015. Se desplazó a una velocidad media de unos 60.000 kilómetros/hora. No gran cosa, porque la sonda era un irrisorio objeto de apenas media tonelada y Plutón pertenece a nuestro propio sistema solar. Para llegar al sistema estelar más cercano al nuestro, las tres estrellas de Alfa de Centauro, que están a unos 4,3 años luz, New Horizons habría necesitado 78.000 años. A pesar de ser mucho, resulta astronómicamente poco, porque la mayoría de los sistemas estelares están a miles, incluso a millones, de años luz...

EXPLORACIÓN CON CIENTOS DE NANONAVES 

De ahí el interés del reciente descubrimiento de un planeta parecido a la Tierra que orbita alrededor de Próxima Centauri, una estrella del sistema Alfa de Centauro. Lo han llamado Próxima B. Quizá sería un buen candidato para la colonización. Pero como tardaríamos más de 70.000 años en llegar a él a la velocidad de la New HorizonsHawking propone hacer exploraciones con cientos de nanonaves del tamaño de un chip dotadas de velas fotónicas impulsadas desde la Tierra mediante láseres gigantescos -el proyecto Breakthrough Starshot (Progresar disparando a las estrellas)-. Esas nanonaves llegarían a Alfa en solo 20 o 30 años. Starshot ya tiene patrocinadores: el estadounidense Mark Zuckerberg, uno de los creadores de Facebook, y el ruso Yuri Milner, físico de formación y magnate de las telecomunicaciones.

¿PASO DECISIVO O FUEGOS DE ARTIFICIO? 

Es difícil saber si estamos ante un proyecto científico trascendental, ante un paso decisivo en la historia de la humanidad o ante fuegos de artificio próximos a la ciencia ficción. En todo caso, el asunto plantea una cuestión epistemológicamente relevante: ¿debemos dirigir nuestros esfuerzos a irnos de la Tierra o a poder seguir viviendo en ella? La estrategia de la cultura industrial tal como hasta ahora la hemos entendido se basa en la externalización de los conflictos. Hemos sabido encontrar la manera de alejar, en el espacio o en el tiempo, los problemas que no sabíamos o no queríamos resolver. Mejor dicho: los que no podíamos resolver aplicando el modelo imperante. Todos los conflictos socioambientales vienen de ahí. Cuanto más se mundializa la actividad económica, más se pone ello de manifiesto, porque más se reduce el espacio exterior: cada problema que transferimos a nuestro exterior cae en el interior de alguien, pues ya se han agotado los espacios de nadie.

Deberíamos preguntarnos si pensamos lo suficiente. Pareciera que no cuestionamos ni la ortodoxia socioeconómica vigente, aunque nos haya llevado a una palmaria ineficiencia productiva y a una vergonzosa inequidad redistributiva, ni la ortodoxia tecnocientífica imperante, a pesar de que vulnera claramente el propio método científico. Soplar nanonaves fotónicas con un macroláser mientras ni siquiera alcanzamos a cerrar el ciclo del agua reutilizando los efluentes de las depuradoras o a implementar la movilidad eléctrica es como mínimo paradójico...