Geometría variable

Los escenarios del 10-N

JOAN TAPIA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es difícil saber qué pasará el 9-N. Lo más probable es que -de alguna manera- mucha gente manifieste su voluntad independentista, como en los últimos Onze de Setembre. ¿Y el 10-N? Es más aventurado de predecir pero, tras la encuesta del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), se pueden sacar tres grandes conclusiones.

La primera es que hay ilusión independentista (el 49,1% de los entrevistados declaran sentirse) pero que esa pulsión no es fácil de conseguir. Porque el 48,5% (la otra mitad de Catalunya) no se siente soberanista. Y porque la subdivisión de estados de la UE es complicada (y eso dejando aparte la oposición de Madrid). Además, la relación Catalunya-España es solo el cuarto problema de los catalanes (23,5%), a distancia del paro (58%), la economía (40%) y la clase política (37%). Por otra parte, los que creen que Catalunya debe ser un Estado independiente se quedan en el 45,3% (en noviembre del 2013 llegaron al 48,5%) frente al 45,6% que prefieren ser una comunidad autónoma o un Estado federal. Otra vez la partición del país en dos mitades. Para que luego hagan poesía sobre la 'llista de país'.

La segunda es que las elecciones plebiscitarias no son nada seguras. Que un partido renuncie a su posible victoria, prevista en las encuestas, a favor del líder y el equipo que se prevé que quede segundo (el CEO da 38-39 diputados a ERC frente a 32-33 a CiU) no es muy normal. Pero todavía más sustancial es que el alza de la CUP y la irrupción de Podemos sean una tentación para algunos electores de ERC si Oriol Junqueras no presenta lista propia. Por otra parte, la mayoría absoluta (68 diputados) de CiU y ERC no es segura. Ahora tienen 71 y el CEO les da 70 o 72. Pero la estimación de voto debe estar mal arreglada, porque parece imposible que la subida de la CUP (seis diputados más) y sobre todo los 11 escaños de Podemos (con electores que vienen en parte de la abstención) no afecten en nada a los de CiU y ERC.

Por eso Artur Mas se lo va a pensar muy mucho. Va a tener presiones para convocar elecciones y dificultades para gobernar si no lo hace. Pero el anticipo electoral puede llevarle a un resultado todavía peor que el que obtuvo en el 2012.

La tercera conclusión es que el mantenimiento del statu quo actual es aún más difícil que la independencia, salvo que se quiera tentar a la suerte de adentrarse en un conflicto peligroso y desagradable. El 49% quiere la independencia, pero según la reciente encuesta de un diario serio (como era de prever, el CEO no pregunta sobre eso), una hipotética opción de tercera vía (con financiación y competencias blindadas) ganaría a la independencia por 46% a 29% (al 17% de los encuestados ya les va bien lo actual).

Lo grave para los intereses del Estado español -y para la estabilidad política y económica- es que el 67% de los catalanes creen que es poco probable o nada probable que el actual Gobierno del PP haga una propuesta que pueda ser aceptada por la mayoría del Parlament.

Claro que la propuesta y el acuerdo posterior no serían nada fáciles, pero hay ideas interesantes en el mundo jurídico y económico. Mariano Rajoy sería un irresponsable total sino admite que, sin una rectificación, la Assemblea Nacional Catalana (ANC) quizás no consiga su objetivo, pero el conflicto se hará permanente y más bronco. Y es que Catalunya es una nación (así lo cree la mayoría de catalanes) y no una región española más. Y los soberanistas deberían admitir que la independencia, con solo la mitad del país detrás, el Estado en contra y la UE más que reticente, puede ser un sueño, pero es una opción poco factible. Ambos deben aceptar que lo mejor para cada uno es enemigo de lo bueno para los dos bandos.

¿Se impondrá aquí el seny y allá la responsabilidad?