La moratoria de circulación en BCN

Los dueños de las aceras

El principal error reside en equiparar a los ciclistas con los peatones, y no con el tráfico rodado

Bicing

Bicing / Joan Puig

JORDI PUNTÍ

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¿Se imaginan que, un buen día, el Ayuntamiento de Barcelona decidiera que ya no es necesario recoger los excrementos de perro? Qué lío, ¿verdad? Pero no sufran. De momento no tendremos que caminar mirando al suelo y podremos dedicarnos a esquivar el otro problema de las aceras barcelonesas: los ciclistas. Aunque hay una Ordenanza de Circulación de Peatones y Vehículos que lo prohíbe, hace unos días el ayuntamiento aprobó una moratoria de 18 meses que permite que las bicicletas vayan por las aceras y se conviertan en nuestra gincana de cada día. Una vez más, pues, un parche para arreglar una situación que nació sin criterios urbanísticos, sólo para afianzar la ilusión de la sostenibilidad.

El hecho es que el actual consistorio heredó un servicio de carriles-bici insuficiente y mal pensado, con vías mal segregadas, dobles direcciones peligrosas y, sobre todo, sin poner énfasis en la cultura ciclista. Ahora la moratoria quiere ganar tiempo, dicen, hasta que haya más carriles, pero no parece la mejor forma de concienciar a los ciclistas.

EL CONCEPTO DE ESPACIO Y DE RITMO

El principal error es que se les equipara con los peatones y no con el tráfico rodado, como si las bicis no llevaran ruedas. El concepto de espacio y de ritmo que tiene un peatón cuando camina no es el mismo que el de un ciclista. Hay unos códigos fijados -dejar paso a quien tiene prisa, pararse ante un escaparate, vigilar con los niños y la gente mayor- que se hacen sin pensar, y en el mejor de los casos el ciclista suele ignorarlos. (En el peor, usa el timbre para avisar que quiere pasar o abuchea a los peatones que se le ponen en medio.)

En ciudades como Múnich o Copenhague, donde la bici es un medio de transporte esencial, los ciclistas que cometen infracciones reciben una multa y pierden puntos del carnet de conducir, si lo tienen. El compromiso está claro. Es cierto que en Barcelona la convivencia con los taxis es complicada, al igual que con las furgonetas en las zonas de carga y descarga, y así los ciclistas evitan las calzadas porque se sienten inseguros con coches y motos. La moratoria les da vía libre, pero a la vez genera crispación y los malacostumbra (yendo por las aceras, por ejemplo, se pierde el sentido de dirección contraria).

EL DISEÑO DE LOS CARRILES-BICI

¿Cuál es, pues, la solución? Pronto hará 10 años de la creación del Bicing, en 2007. En esta década la ciudad ha asimilado mal que bien las bicicletas. Según fuentes del Ayuntamiento, en el 2015 había un accidente por cada 200 desplazamientos, cifra que aumenta con la presencia de más bicicletas. Y hay que añadir el incremento de bicis turísticas, que a menudo circulan en grupos de más de 10 personas. Lo ideal sería que se replanteara el diseño de los carriles-bici, haciéndolos centrales (como el paseo de Sant Joan) o segregando a partir de aceras más anchas, pero es difícil que el dibujo de Barcelona lo pueda asumir. La solución pasa porque los conductores entiendan su parte de responsabilidad, ya que que tarde o temprano las bicis deberán migrar de las aceras para volver al asfalto, su hábitat natural.