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Los dueños de la anarquía

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DAVID TRUEBA

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 Hace ya demasiados años, prueba de la fidelidad mutua entre esta página y yo, les traje una reflexión sobre la explosión de la piratería cultural en la red. En mi opinión, las horas de la anarquía y del pillaje siempre habían estado históricamente asociadas a los intereses económicos. Siendo como soy un partidario depresivo de las ideas libertarias, hace tiempo que el estudio me convenció de que la lucha entre las empresas había inducido en innumerables ocasiones al desorden y el libertinaje para perjudicarse unas a otras. Al contrario que las opiniones de mucha gente, yo percibí que esa disposición internáutica del salvaje Oeste, donde unos arramblaban con la propiedad de otro sin tener que dar respuesta, respondía a un interés empresarial claro. Existían varias iniciativas comerciales que se beneficiaban de esa pillería social. Las principales eran las empresas de telecomunicaciones y, en segundo nivel, las grandes marcas de internet. El contenido gratuito les concedía un par de décadas de expansión sin tener que pagar costes de producción. Así, la gente se acostumbró a pagar la línea de ADSL, cara, lenta e irregular, a cambio de tener acceso a todo contenido. Y también eligió Google como lonja universal, sin importarle que la libertad de elección pasara a ser propiedad privada. Únanle la expansión sin medida de una línea de contenedores privados como ha sido Apple y verán que la Santísima Trinidad ya capitaneaba, con enorme capacidad de videncia, el supuesto desorden.

De todo esto me he acordado cuando ha llegado la última cita anual en Barcelona del Mobile World. La feria de la telefonía ha sido resumida en casi todos los titulares de periódicos del mismo modo: “Los creadores de contenidos toman la industria del móvil”. Este titular, repetido hasta la saciedad, evidencia una mentira que todos nos estamos tragando. La idea de que el agua que va por nuestra grifería es gratis hace años que fue desterrada de nuestro lenguaje porque sabemos que pagamos a compañías que se han enriquecido con nuestra necesidad vital de agua. Nadie dudaba de que la sociedad seguirá necesitando ficción, creación musical y audiovisual. Lo que se trataba era de delimitar muy claramente quién sería el dueño. Los creadores de contenidos tenían que ser expoliados y humillados y las industrias culturales vaciadas y pisoteadas hasta que quedara claro quién manda en el gallinero. Y así ha sido.

Cuando ustedes lean que los creadores de contenidos se han adueñado de la telefonía móvil e internet, háganme caso, den la vuelta al titular. En realidad, lo que ha ocurrido es lo contrario. Que después de dos décadas de piratería ha llegado la hora de recaudar dinero en la dirección contraria. Las telefónicas y los grandes latifundios de internet han puesto a sueldo a los creadores: son suyos, les pertenecen, son sus operarios, su mano de obra, y ahora se trata de recoger el fruto de su trabajo porque la empresa puede ya controlar la piratería. El poder ha cambiado de manos en 20 años y la independencia creativa ha desaparecido de una manera casi total. No es lo mismo ser dueño que ser empleado. Ahora se va a cobrar el agua que sale por los grifos y se va a cobrar porque el dueño de las tuberías ya tiene el poder absoluto. El titular real tras el Mobile World debería ser este: “Las grandes empresas de comunicación son dueñas del contenido creativo; ha llegado, pues, la hora de pagar por él”.