Análisis

Los drones y la teoría de la 'guerra limpia'

Se trata de vender que, cuanta más tecnología, más limpia es una guerra

PERE VILANOVA

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Un dron es un vehículo aéreo, una máquina que vuela sin ningún ser humano que lo pilote en el sentido que se encuentre físicamente en el aparato. Pero que alguien lo comanda, no hay duda. Por mucha tecnología que pongamos todavía hay un elemento clave en la decisión de su uso: el elemento humano. Es decir, alguien toma una serie de decisiones y tiene la responsabilidad de lo que pase. Eso abre una línea, entre otras, de consecuencias jurídicas de gran trascendencia. Hay drones de uso no militar, que pueden hacer funciones civiles, como vigilar el tráfico, incendios forestales o cultivos agrícolas. Por ejemplo, en Francia las autoridades están inquietas (con razón): hace meses que pequeños drones sobrevuelan París, el palacio presidencial, la Torre Eiffel, y no saben ni quién lo hace ni por qué. Inquietante. Ello plantea delicados equilibrios entre derechos fundamentales, privacidad, y políticas de seguridad y orden público. Un equilibrio que hay que ir precisando y donde intervendrán los legisladores, los movimientos de defensa de los derechos fundamentales, los medios de comunicación y otros actores políticos y sociales.

Luego vienen los drones de uso bélico de los que hay dos variantes, que para resumir serían: los drones como arma de ataque explícita, y los de usos militares complementarios. Este segundo caso es más sencillo de abordar ya que se trata de vehículos aéreos de vigilancia, captación de imágenes, control de superficie. Pero hay que centrarse en el uso de drones como arma de guerra en sentido estricto, lo cual los asimila a aviones de bombardeo, de caza, de ataque a tierra, misiles o artillería diversa. Es decir, un arma que mata.

Una ecuación simple

Muchos sitúan a partir del 2001 el uso militar de drones como arma de ataque, a partir de la guerra en Afganistán. Hoy en día se calcula que unos 50 estados tienen drones o han decidido adquirirlos a corto plazo. Porque al final hay una ecuación simple: minimizar las bajas propias y maximizar las del enemigo. El segundo argumento es complementario. Se trata de vender que, cuanta más tecnología, más limpia. Esta teoría de la guerra limpia no conviene solo a los militares (al final ellos hacen lo que se les ordena y además asumen mucho más directamente las consecuencias). Se busca también que no decrezca el ritmo de alistamiento, porque los países que necesitan fuerzas armadas de grandes dimensiones pero ya no tienen mili obligatoria, tienen un problema de reclutamiento creciente. Esta lógica de la guerra limpia pretende conseguir hacer más aceptable socialmente la guerra, dar la sensación de más seguridad a los miembros de las fuerzas armadas y evitar la fatiga de combate que produce toda instalación en una guerra de larga duración.

Los drones ya son un trending topic, están aquí para quedarse, pero hay que estar al tanto de su uso, sea civil o militar: siempre hay alguien al mando, y es responsable de lo que el dron haga.