Editorial
Los desafíos del terror
La masacre de París pone en jaque a una Europa debilitada por la crisis humanitaria de los refugiados
Los bárbaros atentados terroristas de París han puesto de nuevo a un país europeo ante una amenaza extrema para su seguridad. Digamos de entrada que ninguna causa política ni ninguna religión acredita el uso de la violencia, discriminada o indiscriminada; manifestemos nuestro total apoyo y consuelo a Francia y a los franceses, y declaremos nuestra firme convicción en la defensa de los principios democráticos y de libertad en los que se basa nuestra convivencia en el mundo occidental, una convivencia que los terroristas con su violencia ejercida ahora y por segunda vez en París, pero antes en Madrid, Londres o Nueva York, pretenden aniquilar. EL PERIÓDICO y Grupo Zeta se suman a la condena global de los execrables atentados que han costado la vida a más de 128 personas, entre ellas un ciudadano español.
Los atentados se han producido en un momento en que Europa está demostrando una gran debilidad para resolver una de las mayores crisis a las que se enfrenta, la de los refugiados procedentes precisamente del escenario bélico de Siria, que huyen tanto de la violencia del terrorismo islamista como de la ejercida por las fuerzas del tirano Bashar el Asad. Aunque el pasaporte sirio hallado en el cadáver de uno de los terroristas sea de un inmigrante que se registró en Grecia, eso no puede justificar las pulsiones xenófobas que crecen en casi todos los países de la UE. Para los terroristas cualquier excusa sirve para sembrar la muerte. Que los atentados ocurrieran en lugares de esparcimiento sirve a su visión rigorista y de condena de la sociedad occidental como moralmente depravada. Pero Francia es el único país europeo que combate al yihadismo en tres frentes. Lo hace en una franja de países en el Sahel, en Oriente Próximo con su intervención en Siria, y en la propia Francia, muy en particular desde los atentados del pasado enero. Esta implicación en el combate contra el terrorismo islamista le convierte en un objetivo prioritario de la barbarie.
A lo largo del año, las autoridades habían desarticulado varias células terroristas y habían abortado varios atentados. Ante la proximidad de la cumbre sobre el clima, el país se había blindado por temor a atentados. Ninguna de estas medidas ha servido para evitar la catástrofe. Los bárbaros asesinos han logrado así el objetivo de aterrorizar a la población, de demostrar que la seguridad no existe. Han dicho a los franceses, y por extensión al resto de europeos, que tienen ojos y oídos en la sociedad, que pueden atentar incluso donde se halla el mismo presidente de la República, como ocurrió en el atentado del Estadio de Francia, y pueden poner en evidencia a un Gobierno que no ha podido defender de los ataques a sus ciudadanos. Lo ha dicho Hollande, lo ocurrido en París es un acto de guerra cometido por un ejército terrorista. Pero en esta guerra, que es más antigua que el propio EI, la respuesta no puede ser solo el contraataque. Hay que ir a las causas de la aparición de esta violencia y en estas causas encontraremos actuaciones erróneas de muchos de los países que están en el punto de mira de los terroristas.
En esta guerra tampoco hay que dejarse llevar por las llamadas a las restricciones de las libertades civiles. Al igual que ocurrió tras el 11-S, el debate sobre seguridad y libertades ya se ha abierto. Ceder a las pulsiones que reclaman más seguridad en perjuicio de los derechos que tanto costaron defender y construir en Europa es conceder una victoria a los terroristas.
No será fácil mantener el equilibrio y menos en estos primeros momentos cuando las emociones están lógicamente muy alteradas, cuando están a flor de piel. Pero Europa para sobrevivir debe mantenerse fuerte y unida en defensa de las libertades. Los terroristas saben cuándo, dónde y cómo actuar. Han escogido el momento de repliegue europeo. Buscan la fragmentación de nuestra Unión, de nuestras sociedades y esto es algo en lo que no debemos ceder. Los muertos del viernes por la noche en París y todas las víctimas de la irracionalidad y las atrocidades cometidas por los terroristas, ya sea en Occidente o en el mismo mundo musulmán, no merecen la dejación de nuestros principios.
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