tú y yo somos tres

Los cinco escalones

FERRAN MONEGAL

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Tronaban los flashes de las cámaras fotográficas. Rajoy estaba en lo alto, quieto, expectante. Y Mas subía, en soledad, los peldaños. ¡Ahh! Esta imagen fue la que impulsó a todas las cadenas, a todos los presentadores, a todos los comentaristas, a exclamar: «¡Frialdad en el recibimiento del presidente Rajoy al presidente Mas! ¡No ha bajado la escalinata para recibirle y estrecharle la mano!». Ayer, en Las mañanas de Cuatro, viendo estas imágenes de un Mas que iba subiendo, y un Rajoy sin bajar, el presentador Javier Ruiz (Jesús Cintora está de vacaciones) le preguntó al periodista y analista político Antón Losada si todo el escándalo del clan Pujol está actuando como una especie de bomba de racimo que ha comenzado a explosionar por fases, y que va haciendo caer a importantes personajes, y si esas explosiones también afectarán a Mas. Y Losada contestó: «Explosionar o debilitar a Mas significaría colocar frente a Rajoy a un interlocutor mucho más duro, Esquerra Republicana, que va a ser la gran beneficiada». ¡Ahh!

En la película de Hitchcock 39 escalones se cuenta la tragedia de un notable showman y mentalista, llamado Mr. Memory, que es asesinado en el teatro London Palladium porque tiene en la cabeza, memorizada, toda la estructura de una organización clandestina de extorsión y espionaje. 39 escalones de Hitchcock fueron letales para el señor Memory. Los cinco escalones que un Rajoy impertérrito le ha hecho subir a Mas podrían ser -según notables y afilados analistas televisivos- un agravante en esa bomba de racimo que va explosionando. Cuando un artefacto de estas características estalla, no distingue a quién le llega la metralla. Y la metralla se expande y llega a todas partes. Tanto a los que suben como a los que, aguardando a pocos metros sin bajar, creen que quedan resguardados.

RAMÓN LOBO .- El huracán que con 30 años de retraso azota ahora pujolandia no debería tapar la entrevista de La Sexta noche con Ramón Lobo, periodista en estado puro que ha pasado 25 años contándonos lo que se intentaba tapar de las guerras en Irak, Bosnia, Croacia, Kosovo, Afganistan, Israel y África. De lo mucho que dijo, y que tengo anotado como luminoso código de ética, dejénme resaltar: «Los periodistas hemos perdido la capacidad de tocar las pelotas. Nos hemos subido a los coches oficiales. La investigación ha desaparecido. Hacemos de altavoces». Así nos quieren. Y así nos va.