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Los 40 son los nuevos 40

RISTO MEJIDE

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por Risto Mejide

Queridos amigos, qué coño, iba a empezar con queridos amigos, pero prefiero empezar diciendo amados cabrones.

Porque sois unos cabrones. Todos.

Quería cenar con mis 40 principales. Y me he dado cuenta de que los de verdad apenas pasáis de los 30.

Quería que viniera todo el mundo sin pareja. Y sólo lo he conseguido con la mitad.

Quería montar una cena especial. Y he acabado montando la cena de siempre.

Al final, uno ya puede desear lo que quiera. Que será la vida la que te dará lo que le dé la gana.

Yo que voy por el mundo predicando eso de «crecer es aprender a despedirse», a la hora de la verdad lo que realmente deseo es crecer con vosotros.

Por eso, un año más, me siento orgulloso de lo que veo alrededor de esta mesa.

Estáis los de siempre, los de toda la vida. Los que corríais conmigo alrededor de la piscina de Barà. Los que os burlabais de mi primera moto en Vidreres. Los que compartíais campanas conmigo en ESADE. Los que me sufristeis cantando en un grupo de música. Y los que me enseñasteis a dejar constancia del desastre en mi primera maqueta. Los que me conocisteis en una boda extraña. Los que me pusisteis delante mi primer contrato en publicidad. Y mi primera empresa. Estáis los que vinisteis más tarde, y lo hicisteis para quedaros. A alguno de vosotros os conocí en una reunión. A otros, en una agencia. A otros, en un plató de televisión. Y al resto, mejor no lo explicamos.

Yo, que pensaba que la vida no te regalaba amistades después de los 30. Y aquí estoy, comiéndome mis palabras, estrenando comensales años después. Y todo porque la vida sigue demostrándome cada año que no tengo ni puta idea. Que el único eslogan que siempre se cumple es el que siempre me digo vayan bien o vayan mal las cosas: Y ESPÉRATE.

Os admiro. Os admiro a todos y cada uno de vosotros. Por cosas distintas, es verdad, pero os admiro tanto que no soy capaz de expresarlo sin que suene cursi. Os admiro hasta cada uno de mis límites, que como sabéis, son muchos y muy variados. Y ése es el principio de la verdadera amistad. Una profundísima admiración. Y esta necesaria inseguridad de sentirme mucho peor que vosotros en tantas y tantas cosas. Sois el tipo de personas que algún día me gustaría llegar a ser.

Este año, como sabéis todos, ha sido uno de los más intensos de mi vida.  Iba a decir difíciles, pero prefiero decir intensos. Hace exactamente un año, cumplía 39 a punto de desabrochar la relación más importante de mi vida, de reestructurar mi proyecto empresarial más importante, de intentar ganar un premio literario prácticamente inalcanzable y de presentar un piloto más para un programa en el que muy pocos creían. Cualquiera diría que estaba anticipando mi crisis de los 40. Pero es que me temo que éste que tanto os quiere lleva 40 años en crisis. De hecho, la última vez que estrené década, celebraba mi cumpleaños con unos amigos colombianos, en Miami, felizmente casado y a punto de cambiar de trabajo, de residencia y de estado civil.

Y hoy, hoy digamos que todo se ha complicado. Para bien y para mal. Porque la vida se complica. Sobre todo si pretendes vivirla siendo fiel a lo que sientes.  Y yo me siento MUY orgulloso de lo que siento.

Me he equivocado mucho con gente a la que quiero. Y vosotros habéis estado a mi lado, aunque supierais que no tenía razón. La amistad, ese reducto del apoyo irracional e incondicional.

Por eso os llamo cabrones. Pero también porque en algo debo de haber acertado. Porque aun así,  y pese a todo, aquí estáis. Porque hacéis como que me queréis. Y porque yo estoy dispuesto a creérmelo.

Esto, lo que hoy hay alrededor de esta mesa, junto a un pequeño trozo de carne que aún no levanta un metro veinte del suelo, es lo que yo llamo éxito en la vida.

Esto y saber que existís, más allá de que lo comprobemos menos de lo que quisiéramos.

Aprovechad esta cena. Conoceos un poco mejor y entenderéis por qué digo lo que digo.

Quería cenar con mis 40 principales. Y me he dado cuenta de que los de verdad, afortunadamente, apenas pasáis de los 30.

Quería que viniera todo el mundo sin pareja. Y ahora echo de menos a la otra mitad.

Quería hacer un buen discurso. Y me ha salido esto.