AL CONTRATAQUE

Al loro

Cada vez estoy más convencido que la crispación se ciñe más al ámbito mediático y político. Porque les interesa

Toni Martín Iglesias

Toni Martín Iglesias / periodico

JORDI ÉVOLE

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Un estudio del CIS sobre estereotipos en la España de las autonomías, publicado hace 20 años, indicaba que los catalanes eran considerados antipáticos y egoístas. El estudio añadía que el catalán era quien menos simpatía despertaba en las demás comunidades. 

No he encontrado estudios más recientes sobre estereotipos. No sé como andará a día de hoy el ranking de tópicos. Es verdad que siempre son un buen recurso para hacer reír: el humor recurre a menudo a ellos, y funciona como demostró la saga '8 apellidos…' Pero si se utilizan para hacer política pueden ser el principio de una gran enemistad. Por ejemplo, y en alusión a los campesinos andaluces, Duran Lleida afirmó: «Reciben un PER para pasar una mañana o toda la jornada en el bar del pueblo». O sea, que son unos vagos. Y nosotros, los catalanes, unos egoístas. «Con esos tópicos malignos de unos y otros, y con la que está cayendo políticamente por aquí, tan solo contribuimos a extender el odio y el rechazo», ha escrito en Facebook un político andaluz del Partido Popular, que acaba de pasar seis días en Girona. 

Se llama Toni Martín Iglesias y, por lo visto, su opinión acerca de Catalunya no coincide con la del fundador de su partido, Manuel Fraga: «Barcelona es preciosa. Es una lástima que esté en Cataluña». Martín Iglesias ha contado que vino «buscando a ese que le dices ‘buenos días’, y te contesta en catalán. Y le dices ‘perdón, es que no te he entendido’, y sigue hablándote en catalán. Pero no lo he encontrado. Buscaba también al que te mira con cara de asco cuando ve que eres de otra parte de España. Pero, oye, ni rastro. Toda la gente ha sido muy amable y simpática”. Gracias, Toni. Porque oyendo a algunos políticos y tertulianos había llegado a sospechar que muchos catalanes éramos unos quinquis.

DESTACAR EL EXABRUPTO

Toni ha regresado a casa, Andalucía, «con sensación de gilipollas por haberme tragado esos clichés», ha escrito. Y dice haberse quedado con ganas de volver. Pues que vuelva y que de paso nos invite también a los catalanes a salir de nuestra burbuja y ver que igual tampoco somos tan rechazados en el resto de España como a veces se quiere dar a entender en tertulias o en programas de televisión, donde se destaca el exabrupto o la salida de tono en beneficio de no sé muy bien qué intereses políticos.

Yo soy catalán, me llamo Jordi, saben que soy del Barça, me harto de viajar por España cada semana y, oigan, hasta ahora ningún problema, más allá de algunos tuiteros que intentan curar su asociabilidad en las redes sociales. Cada vez estoy más convencido que la crispación se ciñe más al ámbito mediático y político. Porque les interesa. Porque están íntima y perversamente ligados sus intereses. Mientras la ciudadanía va a la suya. Y por más que lo intenten, el ambiente en la calle no es el de las tertulias ni el de los hemiciclos. Parafraseando a una 'celebrity' del independentismo, diría: «Al loro, que no estamos tan mal».