Dos miradas

Lodazal

EMMA RIVEROLA

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Se habla de centenares de secuestrados. Quizá 500. Se cree que la mayoría son menores de 11 años. A algunos los buscan sus padres. Muchos ya no tienen padres que les busquen. La destrucción terrorista de Boko Haram es total. Mata. Secuestra. Roba. Y como un siniestro flautista de Hamelin se lleva a los niños. Algunos serán vendidos como esclavos. Otros integrados en sus filas de la muerte. Y el resto... ¿a quién le importa el resto? Las organizaciones humanitarias están desbordadas. Millones de personas desplazadas. Matanzas continuas. Escuelas cerradas. La desolación habita lo que a ojos de la economía global es un rico país petrolero.

Nigeria no es un país, es el lodazal del mundo, el símbolo de todo lo que funciona mal. Mientras nuestras empresas y sus gobernantes se enriquecen con sus recursos naturales, millones de personas nacen con la muerte como única compañía. Vidas de miseria y sufrimiento. De cuando en cuando, una noticia se cuela entre nuestra indiferencia. Hace casi un año, Boko Haram secuestró a 200 niñas. Una campaña global pidió su retorno de un modo tan estéticamente entusiasta como inane. Tanto afectó aquella protesta a la banda terrorista que ahora ha secuestrado a 500 más. Pero esta vez la noticia no ha despertado el interés de los famosos. Más bien parece que se acepte como esas cosas que no tienen remedio. Como un lunar en la piel. Como una tierra sin pozo… Como unos niños sin futuro.