Dos miradas

El lobo y el trilero

EMMA RIVEROLA

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Desayunamos, almorzamos y cenamos listas. Con o sin tomate. Carne con guarnición. Guarnición sin carne. Las combinaciones parecen infinitas, aunque todas aseguran acogerse al menú de las plebiscitarias. Los comensales miran con paciencia infinita el lío en la cocina, mientras el chef, plantado en medio de la sala, nos alerta del peligro del 'efecto Barcelona'. Algo así como un ¡cuidado con el lobo! o un inquieto ¡que vienen los bárbaros! No deja de ser curiosa esa advertencia de quien ha construido su discurso apoyándose en la supuesta voluntad del pueblo. Artur Mas ha repetido hasta el hartazgo que no hay que tener miedo a la democracia, debería entonces celebrar el triunfo de formaciones que quieren profundizar en ella. El problema es cuando la política deviene un juego de trileros. Primero, con las palabras. Apropiándose sin rubor ni vergüenza de términos sin dueño como son democracia o libertad. Después, con la gestión, ocultando su verdadero signo ideológico bajo los faldones de la bandera. Y, aún más tarde, enredando con los límites de las urnas. Anunciando unas elecciones plebiscitarias sin concretar sus normas ni sus consecuencias.

El trilerismo no va a mejorar nuestra democracia. El pulso entre Mas y Junqueras para tratar de desdibujar el papel de los políticos llevándolo hasta el límite de hacerlos desaparecer de las listas aumenta el desconcierto... O la sensación de huida ante el lobo que viene.