La clave

Lo verde empieza en los Pirineos

Arias Cañete teme salir malparado del examen del Parlamento Europeo sobre su idoneidad como comisario de Energía

JUANCHO
Dumall

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El candidato a comisario europeo de Energía y Cambio Climático, Miguel Arias Cañete, debió de pensar, como los casposos personajes encarnados por José Luis López VázquezJosé Sacristán y Nadiuska en la película de Vicente Escrivá de 1973, que lo verde empieza en los Pirineos. Solo así se explica que el político del PP haya vendido ahora sus acciones en las compañías petroleras Ducar y Petrologis para evitar un conflicto de intereses por sus futuras responsabilidades en Bruselas, cuando nada hizo mientras fue ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Por lo visto, las mínimas condiciones éticas y estéticas para desempeñar un cargo que tenga relación con las políticas verdes solo rige, como en el cine de destape, más allá de la frontera pirenaica.

No deberíamos considerar el gesto de Arias Cañete como una simple anécdota. Porque lo que viene a demostrar esa precipitada venta de acciones -por unos 320.000 euros- es que Arias tiene miedo de salir malparado cuando comparezca el 1 de octubre ante el Parlamento Europeo para ser sometido al escrutinio de los eurodiputados sobre su idoneidad para el cargo, mientras que no consideró necesario desprenderse de esos activos cuando ejercía de ministro del Gobierno de Rajoy. Eso constituye otra prueba de la baja calidad de la democracia española.

Superioridad intelectual

La presencia del exministro en el accionariado de esas dos compañías, que se dedican al almacenamiento de combustible para abastecer a barcos en alta mar, cerca de los puertos de Ceuta y de Las Palmas, fue denunciada en su día por grupos ecologistas. Pero el señor ministro ni se inmutó. Ahora, en cambio, sabe que puede llevarse la bofetada política de su vida si es rechazado para formar parte del equipo de Jean-Claude Juncker. De momento, ya cuenta con la mochila de sus desafortunadas palabras en la campaña electoral tras el cara a cara con la socialista Elena Valenciano. Su alusión a la «superioridad intelectual» ante una mujer es una expresión difícilmente aceptable para un demócrata europeo. Incluso si quien la pronunció se vende un puñado de acciones incómodas.