Análisis

Llegar a fin de mes

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JOSÉ ANTONIO BUENO

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Más de cinco años de recesión hacen que aunque las crisis financiera, bancaria o inmobiliaria suelan monopolizar los titulares, la economía cotidiana, la real, está echa unos zorros.

La teoría económica dice que tras épocas de alocado crecimiento del valor de los activos (creación de burbujas) vienen necesarios ajustes que derivan en recesiones de las que se sale cuando el precio de los activos inflados vuelven a su nivel normal o debajo del mismo. Cuando esto ocurre en el centro de una economía de un país mediano o pequeño el ajuste suele venir acompañado de una devaluación que acelera la recuperación al incrementar la competitividad y las exportaciones. En España se ha hecho muchas veces. Por ejemplo, en 1992 y 1993 de devaluó la peseta tres veces, hasta un 25% acumulado. Una devaluación implica que las importaciones se encarecen, pero se facilitan las exportaciones y el día a día se altera en exceso.

Al pertenecer España a un espacio monetario, la zona euro, la devaluación unilateral de nuestra moneda no es posible y los libros recomiendan una devaluación interior mediante un empobrecimiento general. Pues lo estamos consiguiendo a conciencia: hoy España es más pobre que hace cinco años. Saldremos del hoyo, pero mucho peor de como entramos en él, pues además de una sociedad más pobre también es más injusta.

Los consejos para la economía real son lamentablemente simples para un gran número de ciudadanos: llegar a fin de mes como sea. ¿Qué otra cosa se le puede decir a un parado? ¿O a quien depende de un subsidio? ¿O a los pensionistas cuyos ingresos no se actualizan? ¿O a quien le han bajado el sueldo nominalmente o mediante eliminación de pagas extra?

Y los afortunados que aún contamos con un salario a fin de mes también tenemos menos dinero en el bolsillo por culpa de unos impuestos confiscatorios que además no siempre son bien utilizados por una clase política cada vez más alejada de las necesidades de los ciudadanos y, lo que es peor, de los valores que merece defender.

Hay muchas, demasiadas, personas que no tienen ninguna opción más que sobrevivir. El resto deberíamos incorporar en nuestra cesta de la compra varios sacos de solidaridad. Solidaridad que va desde contribuir con dinero o con trabajo con las entidades sociales que tratan de paliar la creciente pobreza que nos rodea a cumplir con las obligaciones con el fisco, por abusivas que sean. Y también, por qué no, ejerciendo un consumo responsable. No hay que estirar más el brazo que la manga pero no podemos cerrar el grifo del consumo porque la economía se colapsaría si los que pueden no tiran de ella.

Esta crisis está arrasando la clase media y eso es terrible. Pero al menos debemos salir con los valores muy claros. Adiós al becerro de oro y al enriquecimiento rápido a cualquier precio. Lo que tiene que valer es el trabajo y el esfuerzo, además de la solidaridad entre el que puede y el que no. Hemos de desterrar de nuestra sociedad a los pocos que por convertirla en una cleptocracia pública y privada han hundido las ilusiones de muchos.