El patrimonio vegetal de la capital catalana

Liriodendros en Barcelona

Las flores más sofisticadas de nuestra asfaltada urbe se hallan en el entorno del cuartel del Bruc

Liriodendros en Barcelona_MEDIA_1

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ANTONIO SITGES-SERRA

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Mayo es el mes de las tardes largas, claras; de la luz diáfana y del aire perfumado. Es un mes perfecto para la esperanza y para enamorar a las muchachas. Con él llegan muchas floraciones y otras tantas frutas primaverales, empezando por las cerezas y los nísperos, que rompen la monotonía de los escuálidos bodegones invernales. Pero hoy no me traen a estas páginas ni la luz, ni el amor ni las frutas de temporada; hoy quiero hablarles de las flores de algunos liriodendros que viven en Barcelona.

Pocos barceloneses conocen bien el patrimonio vegetal de nuestra ciudad, y yo no me encuentro entre ellos, vaya por adelantado. Tampoco los alcaldables hacen del tema una cuestión de campaña, desgraciadamente. Pero a todos ellos creo llevarles ventaja en cuanto al conocimiento de los liriodendros que este mes nos traen una de las flores más sofisticadas que pueden admirarse en nuestra tan asfaltada urbe.

La historia comienza en la pequeña ciudad de Lucca, al sur de la Toscana, a pocos kilómetros de Pisa. Una joya. Me llevó allí una corta fuga durante una reunión científica en la ciudad de la torre inclinada y de la plaza milagrosa. Siempre hay un agujero en la agenda y una atracción local, dispuestas a llamar la atención del médico viajero; siempre hay alguna llamada a la curiosidad más allá del estricto perímetro de un congreso. Los extramuros de Lucca se hallaban, en aquella lejana primavera, jalonados de unos enormes árboles, de copa ancha y vertical, casi cilíndrica, de altura sorprendente, cuyas hojas simples recordaban vagamente a las del arce canadiense pero en versión palmípeda: sus puntas sobresaliendo no mucho del limbo de la hoja; esta casi cuadrada, chata.

Lucían centenares, miles, de hermosas flores grandes de color amarillo pálido, con una delicada franja anaranjada, que tenían algo de la flor de la magnolia y algo del tulipán. El aroma era intenso. La tarde, radiante. Nunca había visto antes árboles de esa envergadura y floración. Por cierto, y aunque no venga al caso, no lejos de este insospechado paraje di por azar con una casa que hospedó a un joven Paganini  una temporada en la que amó desconsoladamente a la esposa de un noble de la ciudad. El mítico violinista bautizó con el nombre de Lucca a una sentida colección de sonatas para violín y guitarra absolutamente recomendable.

Un curiosa foliación que despierta interés

Mi ignorancia me llevó a las preguntas y de las preguntas fui a los libros y de los libros a la casualidad o, mejor aún, al destino. De los libros aprendí que el liriodendro proviene de los estados al este del Misisipí y que su curiosa foliación -protegida de las inclemencias del tiempo por una inusual envoltura- ha despertado repetidamente el interés de los botánicos. El destino fue perderme un día -varios años después del viaje a Lucca- por los arrabales altos de Barcelona y pasearme entre la primavera de la rosaleda Cervantes, siempre un regalo para la vista. Saliendo del parque me encontré en la calle de Jordi Girona frente a los cuarteles del Bruc, codiciados ahora por la Generalitat para vender sus terrenos al mejor postor inmobiliario.

Y allí estaban. Pequeños, mucho máque los de Lucca, pero, al fin y al cabo, ahí estaban. Flanqueando ambos lados de la calzada, frente a cuarteles y universidades, decenas de liriodendros en flor cautivaron de nuevo olfato y vista. ¡Qué flor tan delicada! ¿Puede alguien pensar que surgió por no sé qué capacidad creadora del ciego azar?¿Quién da por sentado que la imposible flor del liriodendro surgió para subvenir no se qué necesidad polinizadora? Semejante obsequio luce como un adorno a la aridez utilitarista, como un plus innecesario para las especies vegetales pero de alto valor simbólico como referente estético y, aún diría más, moral.

En el entorno del cuartel del Bruc

Según una reciente consulta a la web del Ayuntamiento de Barcelona, están censados en nuestra ciudad 487 y yo diría que una buena mitad se encuentran en el entorno del cuartel del Bruc y de la nueva Universidad Politécnica, un barrio poco frecuentado por la ciudadanía, estudiantes y profesores aparte. Quizá no sea por casualidad que las flores de esos liriodendros se ofrezcan virginales, cada mayo, a las casernas militares -como se ofrecieron a los fusiles los claveles de la revolución portuguesa- y a las ingenierías que trabajan para hacernos la vida más cómoda pero, por más que se esfuercen, cada vez más insostenible y más agresiva para el mundo vegetal.

Se acercan las municipales y aún no he oído a ningún alcaldable hablar de los liriodendros barceloneses. Harían bien en garantizarnos su supervivencia. Además, seguro que se lo agradecerán las abejas que últimamente no andan nada bien de salud y que, aunque no votan, ocupan un lugar importante entre nosotros.