La ley del más fuerte

Ciudadanos norcoreanos celebran en Pionyang el lanzamiento del misil, el 29 de noviembre.

Ciudadanos norcoreanos celebran en Pionyang el lanzamiento del misil, el 29 de noviembre. / AFP

Rafael Vilasanjuan

Rafael Vilasanjuan

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Aunque en Estados Unidos la mitad de la población siga apoyando a Donald Trump, fuera el rechazo generalizado puede ser lo único que impida despertarnos con un tweet del presidente estadounidense anunciando el inicio de la primera guerra nuclear contra Corea del Norte y su consiguiente ataque.

El ensayo el miércoles del último misil por parte del régimen de Kim Jong Un evidencia que tienen un proyectil capaz de alcanzar territorio americano. Sinceramente esa amenaza inquieta y no solo porque esté en manos de un dictador esperpéntico en un país remoto, sino porque ha puesto en evidencia la promesa del hombre que dirige la potencia más poderosa del mundo de acabar con la amenaza de que un misil coreano alcanzara los Estados Unidos.

La ventana preventiva se ha cerrado. Si nos creemos que su misil no solo puede recorrer miles de kilómetros, sino que además son capaces de conseguir la fusión necesaria para ponerle una cabeza nuclear, la amenaza ha dejado de ser tal y se ha convertido en realidad. Si eso es así, Kim Jong Un culmina el sueño de una dictadura dinástica en un país cerrado al mundo, con un régimen tiránico capaz de defenderse de cualquier agresión externa. El problema es que ahora ya no se puede lanzar un ataque preventivo para frenar la carrera. Si hay conflicto será una guerra nuclear, la primera en la historia de nuestro planeta.

Un error

Sería injusto cargar el problema de Corea del Norte a Donald Trump. No lo ha creado él, pero inquieta que entre sus asesores haya empezado a correr la vaga idea de que EEUU puede acabar en un soplo feroz con el régimen y destruirlo totalmente en un solo día. No hace falta intuir que sería un error, basta recordar lo que ocurrió en Serbia para comprobar como aquel régimen aguantó mas de dos meses la lluvia de misiles antes de sucumbir.

En Corea sería aun peor. Es un país que construyó miles de bunkers antes de meterse a la carrera nuclear, con una población militarizada preparada para aguantar lo que le echen y un régimen de mano de hierro que ha seguido desarrollando misiles nucleares a pesar de las sanciones y el bloqueo, a costa de matar de hambre sin ningún reparo a la décima parte de sus habitantes. Puede que su carrera pare aquí, una vez conseguido el objetivo, o puede que no, la escalada nuclear no tiene fin y seguro que con los Juegos Olímpicos de invierno a celebrarse en su vecino país del sur, en febrero, el líder querrá mostrar músculo lanzando alguna nueva señal, pero seguirá siendo un ensayo.

Corea puede tener un misil nuclear que intimida pero sabe que no lo podrá utilizar. No es una buena noticia haber llegado hasta aquí, pero podría ser aun peor.  Porque aunque Trump no sea el culpable, su tendencia megalómana y arrogante de convertirse en la estrella de todo lo que toca, escupiendo amenazas por la redes, puede hacer de este un problema aun peor y acabar convertido en el mayor destrozo mundial. Basta con que se entregue a la ley del mas fuerte, que nunca es la del mas inteligente.