Ya les doy las gracias por ustedes

El Ortega y Gasset es un premio a la pasión por el periodismo

Jesús G. Albalat, Guillem Sánchez y Maria Jesús Ibáñez, en la redacción de EL PERIÓDICO, este jueves.

Jesús G. Albalat, Guillem Sánchez y Maria Jesús Ibáñez, en la redacción de EL PERIÓDICO, este jueves. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Les han dado un premio. Nos han dado un premio. Todos hemos ganado un premio. Un premio, y más éste, el Ortega y Gasset, es el premio a lo único que define el periodismo, a lo único que explica vivir: es el premio a la pasión.

Sin pasión no se puede vivir. O no se puede vivir de la manera que hay que vivir el periodismo, incluso, sí, en la era del internet, de las webs y las redes sociales.

Puede que si ustedes se fijan en la fotografía de nuestra portada de hoy, se hagan a la idea de que Jesús G. Albalat se ha puesto ahí sin querer. Cierto, no quería. Y hasta pensarán que Guillem Sánchez, que cayó en la redacción de El Periódico como un pajarito, que se pasea por ella sin piar, mira algo que no le interesa. Y ya ni les digo si reparan en la falsa meticulosidad falsa, casi pose, de Maria Jesús Ibáñez.

Olviden esa foto. Xavier González la captó para la portada. Y ellos posaron por encargo. Lo contrario de lo que hacen cada día. A ninguno de nuestros tres premiados hay que pedirles nada, hay que encargarles nada, ni siquiera ponerles sobre la pista de nada. Ahí donde los ven, posando tan disimuladamente, son auténticos perros de presa. No muerden, olfatean. No ladran, preguntan. No duermen, hasta que dan con la pieza y, entonces, viven el único sueño que les interesa: contarlo.

Este trío, y mucha más gente que les rodean en sus mesas, aún se toman el periodismo con pasión. Saben que todo está en la calle. Saben, que o salen a por la noticia, o viven el periodismo que aparece en las películas de blanco y negro, de Lou Grant o no sobreviviremos.

Ni Jesús, ni Guillem, ni Maria Jesús se creen lo que leen por internet o les cuentan por el móvil. Solo creen lo que ven. Solo escriben lo que comprueban. Solo se dan por satisfechos si arrinconan a la fuente en el parking de Watergate y les cuentan la verdad. Cada día buscan una o dos ‘gargantas profundas’ que les pongan sobre la pista buena. Suena a peliculero, sí, pero se llama pasión.

Ese premio, que lo sepan, se lo han ganado ellos y se lo han regalado al mundo. Al mundo del periodismo del que muchos han empezado a dudar hace años. Pero a ellos les importa un carajo. Cuando el móvil llegó a nuestras manos e, incluso, antes de que se inventaran las redes sociales y el Twitter, estos sabuesos ya marcaban territorio. Ya sabían que un día descubrirían a los malos. Pero a los malos de verdad, a los malos que dañan la infancia y dejan huellas casi imborrables.

Les habló de vivir y trabajar con pasión, que es la única manera que tenemos ya los periodistas de sobrevivir. Están ustedes ante tres tipos que, afortunadamente para los lectores, no tienen reloj. Y que solo usan el móvil para quedar, no para informarse. Ahí donde los ven, son tres mundos que no tienen nada que ver. De ahí su éxito y el de los jefes, Luis Mauri y Ramón Vendrell, que guiaron sus pasos.

Si Jesús se ha ganado entrar en los palacios de justicia sin pasar por el detector de metales, será porque todo, todos, se fían de él. Si Guillem tiene el móvil de ‘dios’, el policía que lo sabe todo, es porque sabe que jamás, jamás, le traicionará. Si Maria Jesús cuestiona todo lo que le cuentan (incluso, Jesús y Guillem) es porque su pasión y sed de justicia está a la altura de sus socios de mesa, pero jamás les permitirá que se equivoquen, porque les va la credibilidad, la suya y la nuestra, en ello.

Les han dado un premio. Nos han dado un premio. Todos hemos ganado un premio. Gracias a ellos, nuestro pequeño mundo es un poquiiiiiito mejor ahora hoy. Y ellos, los de la foto preparada, han disimulado la pasión con la que trabajan. Si hubieran tenido horario, si hubieran tenido reloj, no hubiesen llegado tan lejos. Ni descubierto la verdad. Ni provocado un debate que ha estremecido al mundo.

Créanme, nadie trabaja por el sueldo, cada vez más menguante. Ni siquiera porque se haga justicia, pues creo que, también en este escandaloso y clamoroso caso, vamos a perder. Es la pasión lo que les mueve. Y eso no está en los libros. Ni en las Universidad. Ni siquiera en Twitter.