La conmemoración del 8 de marzo
Leopardos y consejo de administración
Todo lo que hacemos y lo que somos aún sigue estando tamizado por el hecho de ser mujeres
Begonya Enguix
Antropóloga y profesora de la UOC
BEGONYA ENGUIX
El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer (así lo denominan, por ejemplo, las Naciones Unidas) o Día Internacional de las Mujeres (así lo denominan algunos grupos feministas, como la Coordinadora Feminista). El uso del singular o el plural no es una mera cuestión gramatical ni de estilo, sino que es significativo de cómo entendemos ese grupo social denominado mujer/mujeres: ¿de qué/quién hablamos cuando hablamos de las mujeres? ¿En qué/quién pensamos: en un tipo particular de mujer, en la mujer ideal, en una colectividad diversa identificada por su género? Es más: ¿quiénes son las mujeres referentes hoy? ¿Qué modelos de mujer se nos ofrecen?
El pijama morado de leopardo que Belén Esteban ha lucido en Gran Hermano VIP ha sido un éxito de ventas. La historia de Anastasia Steele (la protagonista de Cincuenta sombras de Grey) ha batido récords de ventas en su versión literaria, y la película recientemente estrenada batió récords de taquilla en su primer fin de semana de proyección. ¿Qué une y qué separa a Belén, Anastasia y otras tantas mujeres, de Christine Lagarde, Angela Merkel, Pilar López Álvarez (la presidenta de Microsoft Ibérica) y otras tantas mujeres?
Pertenecen a clases distintas, tienen formaciones diversas, difieren en edad, en grupo étnico, en filiación religiosa, pero todas son mujeres y eso es lo primero que se destaca de ellas. Los medios de comunicación mediante la manida fórmula «la primera mujer que...», «la primera vez que una mujer...» refuerzan también la centralidad -culturalmente construida y socialmente estructurada- que ser mujer supone para la consideración de estas personas como personas.
Esta pequeña gran diferencia enunciada por numerosas feministas sigue actuando de modo que todo lo que las mujeres hacemos, decimos o pensamos, se ve como consecuencia de ella. Todo lo que Belén, Anastasia, Christine, Angela y Pilar hagan o dejen de hacer, muestren o dejen de mostrar, será etiquetado, analizado, juzgado y criticado como intrínseco o derivado de su condición de mujeres. Pero difícilmente llevaremos a cabo este mismo proceso con los hombres: no vemos a Barack Obama como hombre sino como presidente (destacando, eso sí, su origen étnico, otra pequeña gran diferencia); no vemos a Antonio López como hombre, sino como artista. El hecho de que veamos a Christine Lagarde -por ejemplo- como presidenta y mujer tiene al menos dos lecturas: por una parte, evidencia que por fin una mujer alcanza puestos de responsabilidad; por otra parte, puede ser indicativo de una discriminación sutil e invisible. La condición de mujer es hoy ambivalente: la hemos reivindicado, nos ha empoderado y es central en la comprensión de quienes somos; pero nos sigue atando porque todo apunta a que socialmente esa posición sigue siendo subalterna respecto a la de los hombres.
No podemos entrar aquí en analizar las tensiones, trampas y bondades de la relación entre igualdad y diferencia, entre lo universal (lo que nos une) y lo particular (lo que nos distingue), y entre la generalización (incorrecta e injusta por lo que supone de simplificación) y la individualización. Sí debemos, no obstante, pensar cómo se construye y se muestra hoy en nuestros imaginarios culturales la idea de mujery, sobre todo, contrastarla con cómo se construye la imagen del hombre. Es una tarea urgente.
Las mujeres hemos llegado a las universidades, a los consejos de administración, a los hospitales, a la ciencia, a la política. Pero como distintos informes afirman, esa realidad (aún no paritaria) coexiste con un repunte del sexismo y el machismo entre los adolescentes al tiempo que los móviles son utilizados como dispositivo de control de las parejas (femeninas). No se ha conseguido aún romper el célebre techo de cristal. Persisten lacras sociales como la violencia machista. El contexto de crisis parece haber borrado los logros conseguidos tras años de lucha y vivimos el peligro de retroceso general respecto a muchos derechos adquiridos.
Como mujeres, contamos con más referentes que nunca y son referentes diversos. Pero también como mujeres, seguimos padeciendo el estigma de que todo lo que hacemos y lo que somos sigue estando tamizado por el hecho de ser mujer. No podemos olvidar que la igualdad efectiva aún es un ideal, y que muchas mujeres aún hoy están consideradas como el segundo sexo. Tenemos a Belén Esteban, sí, y a Christine Lagarde y a Angela Merkel. Habrá que empezar a pensar por qué no hay un equivalente masculino de la figura de Belén. No parece que sea por casualidad, sino por el efecto de esas violencias simbólicas que, por desgracia, siguen estando tan presentes en nuestras vidas.
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