EDITORIAL

El lento avance de la mezquita de Cornellà

La voluntaria discreción de la mezquita indica que la plena normalización social del islam aún es un objetivo lejano

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Con mucha pausa, al ritmo de las pequeñas donaciones de particulares que no suelen ser boyantes, avanza la construcción en Cornellà de la que está previsto que acabe siendo la primera mezquita del área metropolitana de Barcelona, con capacidad para 1.300 fieles. El templo, situado en  un terreno cedido por el ayuntamiento de Cornellà, lleva en obras diez años y las previsiones estiman que los trabajos terminarán en el 2016. La estimación es eso, un cálculo, porque el retraso que arrastra la construcción es notable. Los problemas presupuestarios son la causa, ya que la crisis ha golpeado la economía de los fieles.

Uno de los acuerdos que alcanzaron el ayuntamiento de Cornellà y la  Asociación Islámica Al Fath, a quien le cedió el terreno el consistorio, fue precisamente este: que fueran los fieles con sus donaciones, y no millonarios árabes del petróleo, los que financiaran la mezquita. El ayuntamiento puso como condición saber en todo momento quién aporta dinero a la construcción. Otra de las peculiaridades de la mezquita es su discreción: está situada en una zona industrial y nada en su aspecto externo indica que es un templo musulmán. La construcción es una buena noticia para la comunidad musulmana de la zona, ya que cuando la mezquita esté completa permitirá a los fieles abandonar oratorios situados en garajes y bajos de edificios. Eso sí, su voluntaria discreción indica que la plena normalización social del islam aún es un objetivo lejano.