OPINIÓN

Se puede bostezar

Voy a empezar a leer el tercer volumen de la obra de Karl Ove Knausgård

JORDI PUNTÍ

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Me he comprado uno de los seis volúmenes de la famosa obra del noruego Karl Ove Knausgård. Aunque lo más lógico sería empezar por el primero -La muerte del padre- e ir tirando, he elegido el tercero, recién editado en inglés, porque es el que lo ha puesto de moda, primero en Estados Unidos y de rebote en otros países. La prueba de que es un fenómeno mundial es que la misma fiebre ha servido para lanzar en unos países el segundo volumen -Un hombre enamorado-, como en España ha hecho Anagrama, y en otros el tercero o el cuarto, como en Alemania, que siempre va por delante. Algo curioso es que pocos editores -y ciertamente no el alemán- utilizan el título original, Mi lucha. Quizá por la incomodidad de ser el mismo que Hitler puso a la exposición de sus ideas nazis. Una vez en Tirana (Albania) vi a un hombre de pelo blanco, sentado en la calle, que leía la edición albanesa del Mein Kampf, de Hitler, con una cruz gamada en la cubierta. Me sorprendió tanto que le hice una foto, pero él no se dio cuenta porque estaba muy concentrado. Luego pensé que quizá había ofendido su intimidad... Pero me estoy desviando de Knausgård.

No veo ningún problema en empezar por el tercer volumen porque, por lo que dice la gente, no pasan muchas cosas y además duran muchas páginas, y uno se pregunta cómo lo hace el autor para que estés tan atento. ¿Es el estilo, la atracción por el chisme? Ya se lo contaré. Dicen que uno se pregunta si son unas memorias o una novela, porque Knausgård cuenta su vida con detalle. Quizá es como uno de esos realities, que parece que pasan de verdad pero hay cámaras que filman y en el fondo todos actúan como si no estuvieran actuando. No sé. Algunos críticos lo definen como «épico» y «proustiano», que para mí son cosas opuestas. En la misma onda, un amigo dice que nunca había bostezado tanto leyendo un libro, pero que asimismo lo ha «devorado». Es decir que con Knausgård se puede bostezar y no pasa nada. Bueno, y ahora que ya he acabado la columna me voy a leerlo.