La escalera de caracol

LEED

RAMON FOLCH

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Los indicadores y las certificaciones encauzan nuestra cotidianidad. Casi todos vivimos pendientes del euríbor, que condiciona la cuota de las hipotecas, o del IPC, que determina los incrementos salariales. La normas ISO garantizan la bondad del funcionamiento de muchos procesos y los índices Ibex o Dow Jones dictaminan la salud de la bolsa (que no es la de la economía, por cierto).

Entre 1994 y 1998, nació y se consolidó en Estados Unidos la certificación LEED (Leadership in Energy and Environmental Design), auspiciada por el US Green Building Council, al objeto de certificar la adecuación sostenibilista de nuevas construcciones, del diseño de interiores, de nuevos barrios, etcétera. Responde a un amplio abanico de criterios energéticos, materiales y de emisiones que dan lugar a cuatro niveles de excelencia. Miles de edificios de Estados Unidos y de una treintena de países más han obtenido ya alguna de las varias certificaciones LEED.

En España, en la categoría de nuevas construcciones y rehabilitaciones mayores, hasta hoy solo uno (el Parque Empresarial Alvento, en Madrid). Se sumará pronto un nuevo edificio de oficinas situado en la plaza de Europa de L’Hospitalet, recién presentado. Construido por Layetana sobre un proyecto de RCR Arquitectes y un concepto sostenibilista de ERF, ofrece prestaciones aún inusuales entre nosotros: reducción de un 75% de la demanda de agua y de un 67% de la energía de iluminación y climatización (evita la emisión anual de 580 toneladas de CO2), profusa utilización de materiales constructivos reciclados (acero, madera...) o producidos cerca de la obra, sin transportes onerosos, etcétera.

Futuro

E l caso es que el EDIFIIIICIO (ese es su nombre provisional) es una construcción elegante, sin pilares interiores, transparente, toda de acero y vidrio. Fulmina el tópico de que las construcciones sostenibles son formas horribles erizadas de prótesis tecnológicas. Esa mala arquitectura chapada de metalúrgicas complicaciones epidérmicas es una vía muerta llamada a la extinción. Creo que están igualmente condenados a desaparecer todos estos excesos manieristas que son pura forma gratuita, tan en boga hasta la última crisis. EDIFIIIICIO sugiere una nueva y estimulante vía cargada de futuro, pienso.

Hay precedentes: varios proyectos deFrederic Pich AguilerayRosa Batlle, el Centre Esplai deCarlesFerrateren El Prat, el Hemiciclo Solar deCésar Ruiz Larreaen Móstoles, el Banc de Sang deJoan Sabaté en Barcelona… Todos comparten una idea básica: antes de convertir el edificio en una planta industrial repleta de tecnología pretendidamente sostenibilista, hay que garantizar el buen comportamiento de la construcción, con arreglo a aquello de que no es más limpio quien más limpia, sino quien menos ensucia.

Se trata de hacer edificios eficientes, además de eficaces. Conseguir la eficacia suplementando la ineficiencia mediante instalaciones sofisticadas es un error. El proyecto LIMA (Low Impact Mediterranean Architecture) impulsado porJoan Sabaté extrema esa opción. En fase piloto ya ha logrado edificios residenciales que demandan solo 20 kWh por metro cuadrado y año, frente a los 150-200 de los edificios convencionales. EDIFIIIICIO asocia ahora la excelencia formal a esta línea de actuación. Es el camino, me parece. Y LEED lo certifica.