La rueda

Lavabos y tenedores en el museo

El diseño está llamado a salvar el mundo, aunque a menudo se lo esté cargando

JULI CAPELLA

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«Tiene que llegar un día... donde una gramola, un lavabo, un tenedor, un sombrero o una botella, no menos que un monumento, tengan aquella plenitud universal, que de la cultura clásica han heredado las barcas de nuestras playas y los arados de nuestros campos, obras de arte, tan bellas». Alexandre Cirici escribía esta premonitoria aseveración en 1946 -de ahí lo de gramola- en la revista Ariel, bajo el titulo El arte de la sabiduría. Si estuviese vivo, Cirici tendría hoy 100 años recién cumplidos. Y estaría entusiasmado con la inauguración de un museo para cosas corrientes, aunque excepcionales. También estará contento Oriol Bohigas, a punto de cumplir 89 años, impulsor de la criatura, tanto de su conceptualización en 1991 como del envoltorio final, el edificio conocido como la grapadora.

Mucha gente se preguntará, a santo de qué, con la que está cayendo, dedicar un enorme museo al diseño. Pero les va a gustar. Quien acuda a visitar sus obras sentirá enseguida sintonía y familiaridad con productos que nos dan servicio e incluso placer. La disciplina aún arrastra mala prensa, pero ya nadie duda de que conforma nuestras vidas y por eso vale la pena prestarle atención. El nuevo centro cultural, podrá demostrar la importancia vital de este arte útil. De su correcta evolución depende nuestro futuro, no es una exageración, sino una obviedad. El diseño está llamado a salvar el mundo, aunque a menudo se lo esté cargando.

Barcelona merecía este equipamiento que ha tenido larga y colaborativa gestación. La cultura se ensancha y el diseño podrá mostrarse más allá de la restrictiva perspectiva mercantilista que lo encorseta y degrada. La millor botiga del mónpara explicar que el diseño no solo sirve para vender más. Sino para mejorar nuestras vidas.