"¡Qué lástima!"

JOAN SOLÉ

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Como si fuera un viejo amor con el cual poco te apetece coincidir para no recordar viejas estampas, Jordi Pujol se ha convertido en ese entrañable compañero que de un día a otro te traicionó y te desilusionó hasta tal punto que tu estado de ánimo se balanceaba entre la decepción y la rabia. A pesar de que ahora resulta que todos sabíamos que ocultaba algo, “estaba clarísimo”, una vez confesada la verdad, algunos se esfuerzan para justificar que no hay relación entre Pujol político y el personal. Todo sea para salvar un poco de ese afecto que teníamos.

Constato, por los comentarios de individuos que siempre han sido pujolistes, por los que seguían votando a CiU porque “es el partido de Pujol” y por gente de las juventudes de Convergència Democràtica, que el duelo por la pérdida de un hombre que parecía ejemplar es intenso. “Él parecía así, como nosotros, te hablaba de tú a tú”. Lo hacía, del mismo modo que un maestro se dirige a su aprendiz para que sea un hombre de valores.

Al que le quiso, le duele cuando lo ve hablar con la prensa con ese carisma que siempre tendrá. Le duele cuando aparece con un sólo zapato porque se ha hecho un esguince, como si no pasara nada. Le duele porque fueron estos rasgos los que lo llevaron a ser un hombre símbolo en Cataluña, que no es lo mismo que ser un símbolo o bandera del país. Pero ya se fue, y toca pasar página como sea.

Lo que les queda de Pujol es esta expresión de “qué lástima!”. Me comentaba una compañera: “es triste que justo ahora, ya en el final de tu vida, tengas que acabar así. Es una lástima”. Y lo es, pero no sé por quien lo es o lo ha sido más, si para él o para todos aquellos que creyeron en él. Porque el mentiroso conoce la mentira, los que se la creyeron, no.

joansole.cat