La rueda

Las tres brujas de 'Macbeth'

OLGA MERINO

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Disculpen la ironía del título. Es solo un guiño para aludir a las tres magistradas de la Audiencia de Palma, quienes se han atrevido a mantener a la infanta Cristina en el banquillo por el 'caso Nóos'. Tres juezas togadas, tres, como las tres brujas de ''Macbeth', la más corta y sangrienta de las tragedias de Shakespeare, una obra cuyo mensaje último indica el camino cuesta abajo adonde llevan la prepotencia, la arrogancia y la ambición desmedida.

Lo de brujas -habrá quien lo piense- era un anzuelo para aplaudirles el coraje: se llaman Samantha Romero, Rocío Martín Hernández y Eleonor Moyà. Tres magistradas «serias, puntillosas e intachables», según quienes las conocen en el quehacer. Jóvenes sobradamente preparadas que se habrán devanado los sesos para elaborar el auto de 85 folios que argumenta por qué no se aplica aquí la 'doctrina Botín', ese cortafuegos para evitar que la acción popular ejerza la acusación en solitario en casos de delito fiscal. Tres mujeres que han osado defender su criterio ante dos santuarios del patriarcado: la monarquía y la judicatura.

No es cuestión de hacer leña del árbol caído, ya sea una humilde carrasca o un roble majestuoso, sino la simple constatación de cómo, poco a poco, será factible en este país la independencia del poder judicial para desmontar el 3%, mordidas y otros untos. Será una ingenuidad pero quiero creer que algún día se habrá hecho migas la peana que sostenía el discurso de Ángel Ganivet, uno de los regeneracionistas que analizaron la crisis finisecular de 1898, cuando escribió: «El ideal de todos los españoles es que llevasen en el bolsillo una carta foral con un solo artículo redactado en estos términos breves, claros y contundentes: 'Este español está autorizado para hacer lo que le dé la gana'».

Hay que reconocerlo: nadie daba un duro por verla sentada en el banquillo.