LAS VACACIONES DE .... Don Juan

Las sombras de Don Juan

Don Juan Un anciano en Bruselas Las sombras de Don Juan_MEDIA_1

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EMMA RIVEROLA

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¿Sabes qué te digo, Don Juan? Que tu tiempo ya pasó. Lo siento por ti. Pero eso de ir por ahí seduciendo a inocentes mujercitas con tu caduca palabrería se acabó. Ni somos mujercitas ni, menos aún, inocentes. Ahora, los tipos como tú dan más bien penita. Te los tropiezas en bares pasados de moda, con el pelo engominado y la camisa aún más trasnochada. Nos contempláis como si fuéramos presas y, al menor descuido, ya habéis iniciado vuestro ridículo cortejo.

Ya sé que durante siglos el discursito te funcionó. Pero créeme, ni se te ocurra tratar de conquistar a nadie con lo de ángel de amor, gacela mía o estrella mía. ¡Dios mío, mira que llegaste a ser cursi! Lo de respirar amor es almíbar pegajoso. Reconozco que en su momento el discurso funcionó. Yo es que entonces era bien tonta. Aunque claro, en el convento mucha información no teníamos. Pero, insisto, los tiempos han cambiado. Ahora somos nosotras las que elegimos. Lo de los hombres que nos encandilan hasta hacernos suplicar silencio, se acabó. Ya no estamos hechas de mantequilla. No caemos en vuestros brazos con el corazón hecho pedazos, ni suplicamos piedad ni nos sentimos como un río que, sin voluntad, acaba fundiéndose en el bravío mar.

¿Qué dices? ¿Que a dónde van todas esas mujeres? Pues no tengo ni idea. Pero no te pongas tonto, que te conozco. Deja de entornar los párpados y sacar pecho que solo vas a hacer el ridículo. Mira, ahí van, a un cine. ¿La película? Pues no sé. No llevo gafas. ¿Qué dices? Ah, 50 sombras de Grey… Algo me suena.