Las sombras del 'milagro' español

La devaluación salarial pudo ser útil ante la emergencia económica, pero es indecente perpetuarla cuando llega con fuerza la recuperación

Segundo aniversario de la reforma del PP 8El 13 de febrero del 2014 los sindicatos se manifestaron en Barcelona en contra de la norma.

Segundo aniversario de la reforma del PP 8El 13 de febrero del 2014 los sindicatos se manifestaron en Barcelona en contra de la norma.

ENRIC HERNÀNDEZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los sindicatos se echan este domingo a la callesindicatos para denunciar las dobleces de la otra 'operación diálogo' del Gobierno, que se finge presto a reconstruir la concertación social pero sin modificar los pilares de su política económica. Una estrategia que ha servido para sacar a España de la 'uvi' de la Eurozona, casi del tanatorio, y para acelerar su crecimiento económico hasta alcanzar tasas envidiables, aunque a costa de precarizar el empleo y disparar las desigualdades sociales.

España es hoy, más que nunca, una economía dual. Tras la recesión, su producto interior bruto (PIB) avanza con fuerza para recuperar el volumen récord del 2008, cuando estallaron la crisis financiera y la burbuja inmobiliaria. El aumento de la inflación atestigua el vigor de esta recuperación, al tiempo que las grandes empresas siguen incrementando sus beneficios.

Pero, simultáneamente, el salario medio se desploma hasta los 1.800 euros, los trabajadores pierden poder adquisitivo, el empleo se precariza, la contratación temporal se enquista, el paro se reduce con cuentagotas y la pobreza acecha a millones de familias. A resultas de todo ello, la renta per cápita española se sitúa en la franja baja de la UE, a 14 puntos del promedio de la Eurozona y a similar nivel que Malta o la República Checa.

LUCES EN VEZ DE TIJERAS

Las sombras del 'milagro' español obedecen a un plan milimétricamente diseñado para endosar la factura de la crisis a las capas sociales más indefensas. Las reformas laborales del 2010 y el 2012 son el mejor ejemplo de ello: se trataba de ayudar a las empresas a reducir costes salariales mediante despidos o recortes de sueldos. La permisividad ante el abuso de los contratos temporales ha sido otra palanca para mejorar la competitividad de las compañías, clave para garantizar su supervivencia pero muy lesiva para sus empleados.

Si bien la devaluación salarial fue útil para afrontar la emergencia económica, perpetuarla cuando llega la recuperación es indecente. El Gobierno y sus socios deberían tener más escrúpulos que aquellos gestores que, privados de luces para remontar el negocio, tienen por única misión afilar las tijeras.