La clave

Las reglas y las razones

JOAN MANUEL PERDIGÓ

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Los tiempos cambian que es una barbaridad, decimos cuando echamos la vista atrás en un mundo en el que todo ha adquirido velocidad de vértigo. Pasa con los avances científicos y tecnológicos, con los comportamientos sociales, pero no está tan claro que eso ocurra en las relaciones internacionales. Hace casi un siglo, el presidenteWilson metió a EEUU en la primera guerra mundial venciendo las reticencias de una opinión pública y un Congreso aislacionistas, sin que le hubieran bombardeado Pearl Harbor, como le pasó aRoosevelten la segunda. Entre ambos acontecimientos, la desesperada petición de ayuda de la República Española para hacer frente a los militares sublevados apoyados por nazis y fascistas cayó en saco roto, pese a que entonces se cruzaron también líneas rojas, como los bombardeos aéreos de Gernika y Barcelona. Eran otros tiempos, pero, como ahora, cada cual decidía a su aire qué era una causa justa o una línea roja. Desde que la paz de Westfalia (1648) sentó la doctrina del Estado-nación y de la soberanía y la integridad territorial, siempre se ha hecho de más y de menos.

El fracaso de la Sociedad de Naciones tras la primera guerra mundial para arbitrar los conflictos nos llevó a la segunda, y de allí salió la ONU que conocemos. En estos 68 años también hemos visto de todo. Hace solo dos décadas que se hundió el mundo de la guerra fría y de las intervenciones a discreción, cada cual en su patio trasero. Desde que el mundo es multipolar la comunidad internacional ha tratado de dotarse de nuevas reglas para justificar intervenciones en casa ajena: aval de la ONU, la OTAN, la Liga Árabe; y la modalidad: venta de armas, bombardeos, tropas sobre el terreno...

Muertos y muertos

Todo con muy poco éxito. El caso sirio es buena muestra. La guerra deAsadya ha matado a más de 100.000 personas, pero resulta que los determinantes para una intervención son el millar que murieron gaseadas. ¿Por qué intervenimos aquí sí y allá no? ¿Quién marca la línea roja? ¿Alguien puede asegurar que no va ser peor el remedio que la enfermedad? ¿Y alguien se cree al fin que todo esto se hace por razones humanitarias?