LA RUEDA

Las pelas y el corazón

En Escocia y en la 'V' catalana bulle también el hartazgo ante la casta inmovilista

OLGA MERINO

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Quien haya pasado por el trago de una separación matrimonial sabe que tarde o temprano hay que sentarse a negociar, ya sea a cara de perro o por abogado interpuesto. Pero hablar y hablar hasta dirimir quién se lleva la cubertería de plata. Cualquier proceso de divorcio puede reducirse al final a dos cuestiones básicas: las pelas y el corazón, esos sentimientos que acaban heridos o agotados con el discurrir de los años. Algo de eso está sucediendo en Escocia. Y aquí.

Ahora mismo, los partidarios de permanecer unidos a Londres (51%) aventajan en solo dos puntos a los secesionistas escoceses (49%), quienes han sabido capitalizar el descontento laborista, la desesperación de los barrios obreros de Glasgow, ahogados por el paro y la droga. Aunque el nacionalismo no es la repuesta a las desigualdades, el discurso independentista ha puesto algo de luz sobre la tremenda erosión del modelo social que viene produciéndose en el Reino Unido desde la época de Thatcher. El conservador David Cameron no estaría ahora mordiéndose los puños si se hubiese sentado antes a dialogar, a ampliar la autonomía, a palpar en la calle las magulladuras que causa la austeridad. Pero, aun así, aunque se precipitó apostando al todo o nada en la ruleta rusa del referendo, al menos él sí dio una respuesta política al problema. Aquí, no.

En cuanto a los sentimientos, Cameron dice que se le «partiría el corazón» si los escoceses se independizaran, y aunque sus ojos humedecidos fuesen pura hipocresía, o la mala peladura de una cebolla, por lo menos su cerebro columbra la trascendencia de las emociones. Aquí, no; aquí sale una montonera de personas a la calle y el Gobierno sigue ciego, sin ganas de ver. Porque en la inmensa 'V' del jueves se mezclaban muchos sentimientos: la cosa volátil de las patrias, sí, pero también el hartazgo ante un 'establishment' inmovilista.