LA RUEDA

Las palabras nos confunden

RAMON FOLCH

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Si usted tiene una hepatitis A, tiene una hepatitis. Si tiene una hepatitis B, también tiene una hepatitis. Pero la hepatitis A es benigna y de la hepatitis B puede morir. De hecho, se trata de dos enfermedades diferentes. Comparten nombre porque ambas suponen una afectación hepática, son enfermedades que atacan el hígado, eso es todo.

Con el término proyecto ocurre algo parecido. El ingeniero que proyecta un puente hace un proyecto. También se hacen proyectos en muchas ciencias sociales. Pero se trata de cosas distintas. Cualquiera tiene sus proyectos en la vida, ilusiones de futuro que no tienen nada que ver con un proyecto tecnocientífico, que es un conjunto de planos o instrucciones construibles, secuenciados en el tiempo y valorados económicamente.

Las palabras confunden. A menudo tienen dos o tres significados. Cada cual piensa en el suyo cuando habla y acaba creyendo que su interlocutor evoca el mismo concepto cuando dice lo mismo. Pues no. Vivimos en una logomaquia permanente, porque empleamos lenguajes diferentes aunque hablemos la misma lengua. No es una cuestión menor. ¿Qué significa ley islámica, por ejemplo? No es la ley a la luz del islam, sino un conjunto de normas que chocan de plano con el concepto occidental de ley.

La lista de términos amfibólicos es larguísima. El diccionario recoge muchas de tales ambivalencias, pero muchísimas menos de las emanadas de la constante diversificación semántica derivada de las distintas maneras de ver y de vivir de los usuarios de las lenguas, o sea, todo el mundo. ¿En qué piensa usted cuando yo digo «nación», «legalidad», «crecimiento» o «economía»? Nos sorprenderia constatar cuántas hepatitis diferentes hay detrás de cada palabra. Por eso no nos entendemos. Muchos conflictos parten de los equívocos lingüísticos. Qué malentendido tan estúpido...