artículos de ocasión

Las mentiras piadosas

DAVID TRUEBA

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La mentira piadosa es una forma de falsedad fabricada con valores de protección. Antes de que la mentira gozara de la expansión actual, donde incluso personas relevantes y cargos públicos recurren a ella porque saben que contarán con la impunidad general, el mentir se consideraba un estigma. Mentir era un paso que no podía darse, porque te introducía en un fango del que ya era imposible salir. La mentira más pequeña desencadena otra mentira asociada y así se forma un collar de mentiras que acaba estrangulando a quien recurre a ella. En los tiempos en que uno no se medía en la arena pública ni el espectáculo colectivo, sino en la intimidad, en la observación propia, la mentira piadosa era la única manipulación que se permitía usar para favorecer la caridad sobre la verdad. Se trataba de ocultarle a alguien la esencia de su mal y decorarlo al gusto.

Últimamente asistimos a un ejercicio patético de rebelión contra la mentira piadosa. En una ocasión leí unas declaraciones de un ministro que aireaba las estúpidas razones que el presidente del gobierno le había dado para cesarlo. Ridiculizaba a su superior aireando las idioteces que le había dicho para proceder a su despido. Pero el efecto que causaba con sus indiscreciones era el contrario. Transmitía cierta pena, porque todo el mundo entendía que a aquel señor en el momento de echarlo del cargo, en lugar de decirle la verdad, que probablemente era un inútil y había hecho mal su trabajo, el presidente le envolvió la noticia en una mentira piadosa. Ese revolverse contra la mentira piadosa es muy habitual. Escuchamos a alguien decir cosas como “me felicitó por mi trabajo pero luego me despidió”; “me dijo que contaría conmigo en el futuro, y el muy traidor no me ha vuelto a llamar”; “me confesó que aún me amaba pero que sus padres se oponían a nuestra unión”; “me aseguró que mi libro era el que más le había gustado pero que tuvieron que darle el premio a otro por presiones”; “me garantizó que yo era su primera opción pero que se inclinó por otro candidato”; y así sucesivamente hasta un infinito reguero de pequeñas mentiras piadosas que el de enfrente no entendió como tales.

Aprender a recibir una mentira piadosa con la dignidad de quien sabe que le están engañando, pero que lo hacen para evitar una escena desagradable, un castigo añadido, un momento incómodo es muy necesario. Podríamos reemprender una campaña pública para volver a explicarle a la gente lo que es una mentira piadosa y cómo saber aceptarla agradecido. Estamos perdiendo la sutileza de los comportamientos sociales. Quien te dice una mentira piadosa pretende hacerte un favor, porque duda de que seas capaz de aguantar la verdad desagradable, así que denunciarlo es vano y da muestra de tu ausencia de rigor y autocrítica. Para sostener el uso de la mentira piadosa se precisan dos protagonistas avezados cargados de caridad, estilo, intuición y generosidad. No sé si esta institución podrá pervivir en un mundo sin sutileza, donde todos tenemos tendencia a creernos más listos que el de enfrente.