Las maletas 6001 y 6002

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Mi hijo Juan, que hace un año cuando acabó la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas, no veía la recuperación que Mariano Rajoy y los suyos ven tan clara, tan evidente, tan cristalina, tan transparente, decidió irse a buscar la vida al otro lado del mundo, o del Atlántico, o de Europa. No sé, allí donde le llevara el viento, los amigos, los colegas, las redes sociales o su capacidad de seducción.

De forma y manera que se ha pasado más de un año dando vueltas, aunque principalmente instalado en Nueva York de donde no quería moverse pero donde se le acabó esa tarjeta tan complicada de conseguir y retener para poder estar allí y trabajar. Y eso que dicen que es "el país de las oportunidades" donde se puede llegar a presidente partiendo de la fontanería. No digo que Juan estuviese en ello, no, pero tampoco le han dado tiempo a demostrarlo.

Bueno, el caso es que, después de coger más de 20 aviones y visitar un montón de países, amigos y entrevistas de trabajo, la semana pasada anunció que regresaba a casa. Y no por Navidad, pues antes de Navidad, fijo, volverá a escaparse a seguir buscándose la vida en otro país, mientras Rajoy y Cristóbal Montoro insisten en que nos salimos e José Ignacio Wert se instala, a nuestra costa, en París, con su chica, que ya tiene la casa lista y pulida.

Cuando Juan me dijo que regresaba con dos maletas de 20 kilos, es decir, con su vida a cuestas, no me atreví a decirle que en el aeropuerto de El Prat hay pérdidas 6.000 maletas. No tuve valor, por no decir otra cosa. Sí le dije que estábamos felices de que volviese y le preparé una copia de las llaves de casa para que las recogiese en la redacción.

Y, en efecto, cuando ha aterrizado esta mañana en la T1, a las 12.05 horas, me ha enviado un washap feliz: "Ya estoy en Barcelona, esperando las maletas". Y yo, cobarde, he seguido sin decirle que me temía lo peor. Pero no ha tardado, como le ha ocurrido en la vida, en darse cuenta por sí mismo que acababa de aterrizar en su país, España o Catalunya, lo que sea, porque igual eso de que se pierdan maletas es más culpa de Rajoy que de Artur Mas. O de los dos, fijos.

Y, sí, las dos maletas de Juan son la 6001 y la 6002. "No he perdido una maleta en todo un año, Emilio, y las pierdo nada más llegar a casa". Con razón está deseando que deje de ser su casa. Juan ya casi se siente extranjero entre nosotros. Le he dicho que en casa hay ropa. Mía, claro, así que no creo que le venga. Eso sí, como es muy previsor (o americano), les hizo una foto a las maletas antes de facturarlas intuyendo que, como regresaba a casa, las perderían. Se la ha enseñado a los maleteros. Nada le han dicho de cuando las encontrarán.

Al llegar a casa, ha visto la portada de EL PERIÓDICO y la foto donde se ven parte de las 6000 maletas perdidas. La 6001 y la 6002 no salen en esa estremecedora imagen. Tal vez en la de mañana, pues esto tiene pinta de llegar a las 8000 maletas perdidas.