Pequeño observatorio

Las lecciones de vivir con vecinos

La cortesía se limita a encontrarnos en el ascensor y preguntar: "¿A qué piso va?"

Una turista se dispone a entrar en el piso turístico alquilado, el pasado abril.

Una turista se dispone a entrar en el piso turístico alquilado, el pasado abril. / FERRAN SENDRA

JOSEP MARIA ESPINÀS

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En la sección 'Entre todos' que se publica en este diario, dedicado a la vida barcelonesa, Fernando Prieto habla de los pisos turísticos. Es un tema que no es fácil de interpretar, porque intervienen muchos factores. Barcelona es una ciudad que cada vez atrae a más gente. Lo que tradicionalmente se llamaría «forasteros». Es decir, aquellas personas que se encuentran o viven temporalmente en una localidad que no es la suya.

Está muy bien, pero este «temporalmente» se puede matizar, porque no es igualmente forastero el que pasa un día en una población que no es la suya -se desplaza a ella para hacer una gestión, una compra o una visita rápida-que quien se instala unos días para una visita turística de la ciudad.

Tradicionalmente estos turistas se alojaban en un hotel y muchos aún lo hacen. Pero apareció el 'turista de piso'. Prieto realiza una crítica. Quizá justificada por molestos comportamientos nocturnos. Hay turistas que en el piso alquilado montan fiestas nocturnas con acompañamiento de guitarra. Pero no hay turista-tipo, como no hay barcelonés-tipo.

Vivo en el mismo piso desde hace más de 60 años. He visto cómo desaparecen unos vecinos para ir a otra casa o porque habían muerto. Ahora han aparecido nuevos vecinos. Son gente amable y discreta. Se preocupan de los que somos los «viejos vecinos» -que me parece que ya somos solo un par-. Debe de haber en casa algún piso turístico, porque en la escalera o en el ascensor encuentro a menudo personas desconocidas. Pronto serán sustituidas por otras. Es cierto, ya no nos interesamos unos por otros. La cortesía se limita a encontrarnos en el ascensor y preguntar: «¿A qué piso va?».

Tengo tres amigos en la escalera: la eficaz presidenta y el vecino que es un manitas si tengo problemas con el televisor. El tercer amigo es una viejecita que entra y sale empujando un carrito de compra. Nunca he visto que cargue nada. Un día me lo explicó: «Lo llevo para aguantar el equilibrio». Es bonito y educativo vivir con vecinos.