La rueda

Las famosas cenas de verano

JORDI MERCADER

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Las cenas de este verano no tienen nada que ver con las de las pasadas Navidades. El tema ya no es si eres del sí-sí o del sí-no; en estas noches plácidas no se habla de otra cosa que no sea de cómo saldrá de esta el pobre Mas. La coincidencia en el análisis suele ser alta: golpeado políticamente y personalmente por el escándalo de Pujol, prisionero de la intransigencia de ERC y desesperado por la inflexibilidad de Rajoy, su margen de maniobra es muy limitado. Todos los comensales atentos a la política parecen haber captado con claridad los sos presidenciales emitidos por voces de terceros sobre la conveniencia de ir pensando en aplazar la consulta para ocasión más propicia mientras él sigue fiel a un discurso oficial tan voluntarista que pronto le saltarán las costuras.

El actual Proceso para una Independencia Exprés parece entrar en vía muerta, por razones objetivas. Ideado en tiempos de Carod Rovira para hacer coincidir una consulta con el tricentenario de la derrota de los Austrias, acelerado por los activistas de la ANC, asumido con ilusión por cientos de miles de catalanes y liderado por Mas, ha chocado con un discurso inmovilista del Estado, ciego pero bien parapetado en la trinchera de la legalidad.

Junto al mar no se concibe otra forma de alcanzar los objetivos nacionales que no sea con el diálogo. La beligerancia no es un concepto apropiado para ser defendido en la Costa Brava ni en ninguna playa civilizada. En los postres siempre se apunta un consuelo, la soberanía no caduca y tenemos un culpable para un 9-N imposible: Jordi Pujol ha hundido las aspiraciones de Catalunya. Entonces la sobremesa se complica. Es verdad que Pujol ha fallado a los pujolistas con sus errores y presuntos delitos, pero sería una injusticia cargarle el muerto de un fracaso anunciado.