La clave

Las dos voces del soberanismo

ENRIC HERNÂNDEZ

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En la prefectura del independentismo catalán conviven hoy en día dos tesis claramente antitéticas. La primera ocupa los mensajes públicos en régimen de  monopolio: puesto que el  se impuso en las elecciones plebiscitarias del 27-S, el proceso soberanista sigue adelante y no se frenará, por mucho empeño que en ello ponga el Estado, salvo que la CUP defraude al electorado empecinándose en su negativa a investir president Artur Mas. La segunda tesis, expuesta con voz queda en cenáculos privados, parte del reconocimiento de que con solo el 48% de los votos no basta para alcanzar la independencia, pues los obstáculos son muchos y la mayoría social, escasa. Quienes así se expresan abogan, pues, por parar el reloj del proceso, tejer complicidades en las Cortes tras el 20-D y buscar aliados alternativos a la CUP que aseguren la gobernabilidad en Catalunya.

Es hasta cierto punto lógico que la amarga victoria electoral haya agudizado las contradicciones en el seno del soberanismo, máxime si se tiene en cuerta su diversidad ideológica. Pero lo verdaderamente llamativo es que algunos políticos que en privado abrazan el posibilismo declamen en público mensajes maximalistas, hasta el punto de llevar al Parlament una declaración unilateral de independencia (DUI) con la desobediencia como enseña. Proclama que, como bien saben, quedará en suspenso por orden del Constitucional, sin que quepa desacato alguno salvo que se pretenda obligar a los funcionarios a incurrir en delitos como el de prevaricación.

Nos movemos, pues, más en el terreno de la táctica a cortísimo plazo que en el de la estrategia de fondo, más en el de la estética patriótrica que en el de la ética política.

HACER PEDAGOGÍA

Aunque sea doloroso, la dirigencia independentista debería empezar a hacer pedagogía para que los catalanes que de buena fe votaron  el 27-S asuman que fueron muchos, pero no suficientes. Que Catalunya carece de fuerza por sí misma para torcer el brazo al Estado, pero no para sellar acuerdos que mejoren la vida diaria de los catalanes. Y que conculcar la ley no es la mejor credencial para demandar mediaciones internacionales.