Las dos teclas de Bartomeu

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ERNEST FOLCH

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La historia del Barça no es lineal sino que avanza a base de puntos de inflexión. Ha habido momentos críticos que han cambiado el curso de los acontecimientos, desde el motín del Hesperia a aquella humillante derrota por 6-3 en Zaragoza, en el último año fértil de Cruyff, que provocó el conflicto necesario para terminar conquistando la Liga. La paradoja es que a veces es imprescindible una catársis para poder sobrevivir.

Y ahora que el Barça está a punto de conquistar merecidamente la Liga y tiene al alcance dos títulos más, hay que darle a la famosa crisis de Anoeta su justa dimensión. A las once de la noche del 4 de enero de este año, con la derrota consumada, el conflicto estalló como una deflagración en todas las direcciones, y estaba de repente todo en entredicho: el secretario técnico, que sería destituido unas horas más tarde; el entrenador, que intentaba imponer su escasa autoridad a un Messi que no se presentaría al entrenamiento de puertas abiertas, y por supuesto al presidente, debilitado por los últimos escándalos y por su acceso al poder sin pasar por las urnas.

No es una exageración decir que en aquellas horas corrió serio peligro todo el proyecto, básicamente porque estaba amenazada la propia continuidad de Messi, piedra angular no del equipo, sino de todo el club. Justo después de aquellos días de furia, el Barça machacó 5-0 al Elche el 8 de enero y fulminó al Atlético por 3-1 el día 11, iniciando una de las rachas más victoriosas de los últimas años.

Acción de fuerza

Cabe preguntarse, pues, qué sucedió entremedio y por qué en pocas horas un club a la deriva volvió a la senda de la harmonía. Visto en perspectiva, la clave de la metamorfosis son las dos teclas providenciales que apretó Josep Maria Bartomeu. Por un lado, puso al entrenador contra las cuerdas y le obligó a aceptar la excepcionalidad de Messi: ni le aplicaría ningún expediente disciplinario ni le volvería a sentar. Luis Enrique claudicó, básicamente porque no tuvo más opción: si llega a resistirse, hubiera sido destituido fulminantemente. Fue sin duda una acción de fuerza que obligó al entrenador a olvidarse de las rotaciones y a aceptar la jerarquía del mejor jugador del mundo. La segunda tecla consistió en convocar elecciones y calmar el entorno. La primera medida fue un electroshock interno, la segunda fue un bálsamo externo.

Fueron dos aciertos clave de Bartomeu, que se convierten en su principal carta de presentación en las elecciones que se celebrarán a finales de temporada. Cierto, este éxito innegable no le exime de su responsabilidad en la desastrosa gestión de los contratos de Neymar, ni en el descalabro de la FIFA, ni en esta inquietante y opaca sumisión a Qatar. Pero sí se confirma una vez más que en el Barça la gloria solo se alcanza tras una crisis purificadora. Anoeta forma parte ya de la leyenda azulgrana, La moraleja es que el espíritu crítico hace mejor al club. Aunque a veces duela.