Las dos caras del soberanismo
Las guerras civiles de Roma ayudaron a consolidar su dominio sobre el mundo
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
XAVIER BRU DE SALA
¿Pueden convivir dos gallos en un gallinero? Pues sí, pero con una sola condición, que uno de ellos se muestre sumiso en todo. No esperen que sea el caso de Mas y Junqueras. Disimulan tanto como pueden, que no es mucho, ante un gallinero que exige armonía y buena entente. Disimulan porque disponen de un neocórtex calculador. Luchan porque bajo él se esconde el cerebro emocional, y aún más al fondo el diminuto cerebro instintivo de los reptiles, y de los gallos, que comanda. No hay nada que hacer. Ya que no puede aspirar a someter a Mas, Junqueras desea la destrucción del gallo dominante. Mas aspira a la sumisión de Junqueras porque no le puede destruir. No lo pueden evitar. Pero al mismo tiempo, y quizá también por imperativo del cerebro del lagarto, diseñado para sobrevivir, se ven forzados a colaborar. O Mas y Junqueras o ni Mas ni Junqueras.
Este sencillo pero implacable mecanismo explica todas las interioridades del proceso, y es muy probable que prefigure el futuro. No se trata solo de ciencias naturales aplicadas a la política. La historia corrobora en todos los casos, sean triunviratos o duunviratos, que los pactos son de corta duración y desembocan en luchas a muerte. Incluso las bestezuelas más sociables necesitan liderazgos claros, pero el soberanismo no lo proporciona por otra sencilla y poderosa razón: ERC no lo puede asumir, quizá por falta de ambición.
El independentismo, demasiado de izquierdas para ganar, cuenta con el liderazgo de un presidente de derechas. Visto de lejos, es un chollo, puesto que ensancha la base social. Pero según el instinto del gallo de la izquierda, es insoportable. Por eso aprovecha todas las ocasiones para intentar destruir a Mas, se llamen seudo 9-N o sospecha de connivencia con Oriol Pujol. Si hasta ahora ERC no había hecho comparecer a Mas en la comisión del oprobio es porque solo le habría arañado. Ahora lo trae de la oreja porque puede apuntar a la línea de flotación de su discurso subyacente, aquel que dice: «Vengo de aquella podredumbre, pero estoy en otro lado; yo soy otro, el presidente de la independencia». Esquerra pretende evidenciar que Mas no dejará nunca de ser el de antes.
Mas y Junqueras van en tándem. ¿Caerán ambos? Las terribles guerras civiles de Roma, lejos de debilitar su dominio sobre el mundo, lo consolidaron por muchos siglos. Las maniobras y luchas internas del independentismo son un juego de criaturas comparadas con la increíble dureza de las que se producen en Israel entre socios de gobierno. Lo que cuenta es la persistencia del propósito de un grupo social. Las claves del proceso no se llaman Mas y Junqueras sino convicción y determinación colectivas. Está por ver si el soberanismo va más allá del vuelo de un gallinero alborotado.
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