Al contrataque
Las desventuras de Granados
La Guardia Civil te mata de hambre, está de cachondeo pese a custodiar a un presunto delincuente y, para colmo, hace informes sobre corrupción
Cristina Pardo
Periodista
CRISTINA PARDO
<strong>Francisco Granados</strong> ha salido de la cárcel, para pasmo de muchos de sus compañeros de partido. El exsecretario general del PP de Madrid ha conseguido reunir los 400.000 euros de fianza, después de dos años y medio en Estremera. Granados siempre fue un tipo muy cercano, expresivo y hablador. Y así sigue, porque sus declaraciones al salir de prisión permiten intuir que viene con ganas de ajustar cuentas. En una entrevista con Eduardo Inda ha dicho cosas serias y otras que son una coña marinera. Por empezar con las primeras, Granados sitúa a Cristina Cifuentes en un puesto de mando del PP de Madrid. Cuenta que ella fue mano derecha de Ignacio González durante mucho tiempo. Y es totalmente cierto que hubo una etapa en la que su relación era estrecha. De paso, Granados subraya la incoherencia de la presidenta de Madrid. Dice que no entiende por qué desacredita a la UCO cuando los informes la atañen a ella y por qué los da por buenos cuando le afectan a él. Hombre, es verdad que la gravedad de las acusaciones contra una y otro no es comparable. Sin embargo, tiene razón al denunciar la doble vara de medir.
TEORÍAS DELIRANTES
A partir de ahí, Granados desarrolla unas teorías delirantes, incluso divertidas si esto no fuera tan grave, sobre las causas de su encarcelamiento. Asegura que le metieron en el sumario de la Púnica «para darle empaque a la operación» y que, por lo tanto, todos los delitos que se le atribuyen son «inventos». Y por eso, según él, fue durísimo estar en la cárcel viendo en la tele «que prácticamente había matado a Kennedy». Durísima es también su cara cuando explica el origen del millón de euros que apareció en el altillo de sus suegros. Que procede de una cuenta que tuvo en Suiza, la única irregularidad que reconoce, y que la bolsa con el dinero no se la dejaron ni los de Ikea ni los fontaneros, sino él mismo en una mudanza. Si ya son horribles de por sí las mudanzas, no imagino el sufrimiento si te vas dejando semejante pastizal por altillos ajenos. Por último, Granados arremete contra la Guardia Civil por hacerle pasar hambre. Que le tuvieron cinco días con un timbre para avisar cuando tenía pis y que le daban de comer galletas y zumos. Y, claro, una cosa es que te detengan, y otra, que el menú no incluya primero, segundo y postre. Menos mal que Granados puntualiza: «No pido que pongan jamón ibérico, pero…». Porque es que, para colmo, dos agentes se pegaron una noche entera torturándole: le silbaban el himno del PP y le susurraban «vota Podemos». Lo de la Benemérita es inadmisible: te matan de hambre, tienen ganas de cachondeo a pesar de custodiar a un presunto delincuente y, para colmo, hacen informes sobre corrupción.
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