Pequeño observatorio

Las chicas que enseñan el ombligo

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Hace pocos días aún vi un ombligo por la calle. Un ombligo femenino, naturalmente. Porque ombligos masculinos se ven muy pocos, el vestuario de los hombres no suele facilitar esta visión. Solo en algunos casos se podría descubrir el ombligo de un hombre con un vientre notable y caído, la camisa entreabierta... Es decir, como las satíricas caricaturas de los dibujantes de tiempo atrás.

Quizá sería exagerado calificar el verano que hemos vivido como un verano de ombligos femeninos, pero me parece que he visto bastantes. Los de las jovencitas que habían elegido para vestirse unos pantalones que se quedaban por debajo de la cintura y unas camisas que tampoco llegaban a ella. El ombligo era el punto de referencia entre dos territorios.

Autonomía adolescente

No debemos olvidar que el ombligo es la prueba de que hemos nacido, porque es aquel trocito de carne que se formó en nuestro cuerpo cuando nos cortaron el cordón umbilical, es decir, cuando empezamos a tener una vida independiente. No creo que las chicas que muestran el ombligo lo hagan para demostrar que son independientes. Con ombligo visible o no, la autonomía adolescente cada vez es más evidente.

De alguien que está demasiado pendiente de sí mismo se ha dicho que «se mira el ombligo». Es una buena metáfora, pero debería hacer pensar que sin esa pizca de cordoncillo no habría llegado a ninguna parte. El ombligo es el rastro de un gran regalo: la vida.

Y, claro, quien tenga 'pasión de ombligo' no lo pasará muy bien en aquellas situaciones en las que coinciden personas interesantes o notables. Cuando por algún concepto sean esas personas, y no él, las que despierten el interés de los demás. Uno de los problemas del ombligo es la incapacidad de renunciar al protagonismo. 'Las muchachas que enseñan el ombligo' podría ser el título de una hermosa canción, optimista y tierna. A cierta edad, en cambio, es mejor no querer exhibirse demasiado.